Capítulo 7: Las corralejas y el matadero municipal
Resumen: Las corralejas, el matadero, el ICA y el Morro San Pablo son solo algunos de los recuerdos más vívidos de Uramita. La adrenalina de los desafíos con los toros, el bullicio en el matadero, el encuentro en el ICA y las vistas desde el Morro son parte de la identidad del pueblo. Además, la tienda de Nael fue el punto de encuentro de muchas historias y tertulias. Estos recuerdos no solo forman la historia de Uramita, sino que también representan el espíritu que sigue vivo en quienes crecimos allí.
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Las corralejas en Uramita eran un evento esperado por todos. Se armaban con guaduas, que primero dejábamos en la carretera para que se aplanaran. Con esas mismas guaduas se construían los cercos que delimitaban la plaza de toros improvisada, un escenario donde el pueblo entero se congregaba para disfrutar del espectáculo. Desde niños, nos metíamos a desafiar las vacas o los toros, más por el gusto de la adrenalina que por verdadera destreza. Era una fiesta popular, llena de emoción y riesgo, donde algunos se sentían valientes y otros simplemente iban a ver quién salía corriendo primero.
También recuerdo con claridad cuando Uramita tenía su matadero municipal, el lugar donde se sacrificaban cerdos y vacas para el consumo local y regional. Llevaban los animales arriados por las calles del pueblo, y más de una vez, alguna vaca brava lograba escaparse, desatando el caos. Gritos, carreras y puertas cerrándose apresuradamente eran escenas comunes. A veces, las vacas desbocadas se metían a las tiendas, incluso una vez una terminó dentro de la panadería de mis padres, dejando todo patas arriba y yo adentro con mi corazón palpitando a mil. Era un alboroto, pero para los niños del pueblo, esos episodios eran pequeñas aventuras que nos mantenían al filo de la emoción.
El ICA: más que un puesto de control
Las oficinas del ICA en Uramita eran un punto de referencia obligado. Todos los camiones que transportaban animales hacia Medellín hacían su parada allí. Para nosotros, este lugar no solo era un sitio de inspección, sino un punto de encuentro. Pasábamos horas viendo cómo los técnicos revisaban las vacas, y con unos tábanos, las hacían parar para examinarlas y sobretodo para que las otras vacas que están de pie no las mataran.
Los trabajadores del ICA eran parte de nuestro círculo, y sus hijos también eran nuestros amigos. Entre juego y juego, aprendíamos sobre el transporte de ganado, las normas sanitarias y la logística de los viajes. A veces, nos entreteníamos con partidas de cartas, y otras veces, simplemente nos quedábamos observando el trajín del lugar. Para mí, ese espacio tiene un valor especial en mis recuerdos, pues formó parte de nuestra vida cotidiana en Uramita.
El Morro San Pablo y la llegada de la electricidad
El Morro San Pablo es una de las montañas más alta de Uramita, un reto para cualquiera que se propusiera subirlo. Pero cuando llegó la electricidad al pueblo, este lugar cobró aún más importancia. Recuerdo cómo helicópteros llevaron las torres hasta la cima y desde allí se distribuyeron los cables sobre el pueblo, aquí más de un niño tuvo la oportunidad de montar por primera vez en helicóptero.
Además de la torre de energía, en la cima del morro instalaron un teléfono. En esos tiempos, si alguien necesitaba comunicarse con alguien fuera del pueblo, lo podía hacer de manera gratuita pero tenía que subir hasta allá. Subir el Morro San Pablo siempre fue una hazaña, pero cuando lo hice junto a don Amado Álvarez y sus hijos, fue aún más especial. Su hermano trabajaba en la torre, y gracias a eso, pude ver de cerca toda la tecnología de la época. Era impresionante pensar que, desde ese punto, la electricidad llegaba a todos los hogares de Uramita.
Nael y su tienda: el tertuliadero del pueblo
En cada pueblo hay un lugar donde la gente se reúne a conversar, a discutir y a compartir historias. En Uramita, ese lugar era la tienda de Nael.
En su cafetería, alrededor de una zaranda donde escogían café, se reunían algunos de los personajes más reconocidos del pueblo. Entre chistes y discusiones políticas, allí se debatían los temas del agro, del pueblo y de la vida misma. Era un espacio de tertulias donde la palabra tenía peso y las opiniones se respetaban, aunque no siempre se compartieran.
Recuerdo a figuras como Juan María Echavarría, más conocido como Juancho Puchas; a Nael, por supuesto; a Changle; a Garrapachado y a Alfonso Henao. Cada uno con su carácter, sus historias y su manera de ver el mundo, pero todos unidos por la misma costumbre de sentarse a hablar en la tienda de Nael.
Reflexión final
Cada uno de estos lugares y eventos forma parte de la historia de Uramita. Las corralejas, el matadero, el ICA, el Morro San Pablo y la tienda de Nael son más que simples recuerdos: son parte de la identidad del pueblo y de quienes crecimos en él.
Uramita sigue cambiando con el tiempo, pero es en estas memorias donde permanece intacto el espíritu de lo que fue y de lo que nos hizo ser quienes somos.
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