
Graciela Iturbide fue la mayor de 13 hermanos en una familia profundamente católica, apostólica y romana. Nació en el Distrito Federal de los años cuarenta. Creció en una casa donde no era raro ver obispos y miembros del Opus Dei. De su infancia en el Sagrado Corazón recuerda sobre todo el silencio obligado por las monjas, la rutina monacal, vírgenes y santos, la vida en blanco y negro. Sus mejores recuerdos en aquella escuela sucedieron entre los muros de una biblioteca repleta de tomos del Siglo de Oro español. Quiso ser escritora. Quiso ser antropóloga. Su padre quiso otra cosa. Se casó joven, tuvo tres hijos, se separó joven. Con el tiempo acabó estudiando cine. Un día, por su universidad pasó Manuel Álvarez Bravo, ya entonces histórico de la fotografía mexicana. Iturbide se pegó a él, él le ofreció ser su achichincle.
