El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, ha dado esta semana un paso más en su avance veloz hacia el poder absoluto. La Asamblea Legislativa, en manos del partido oficialista Nuevas Ideas (NI), aprobó el jueves en un trámite exprés la reelección presidencial indefinida: un viejo sueño del popular líder salvadoreño y una imagen que en América Latina resulta familiar y que ha hecho revivir los fantasmas de quienes ven cómo el país centroamericano sigue el manual autoritario de Gobiernos como los de Venezuela y Nicaragua.