El día que finalizó el rodaje de El jovencito Frankenstein, su director Mel Brooks encontró a Gene Wilder escribiendo en un rincón del estudio. “Tengo ideas para más escenas”, le dijo. Brooks le puso una mano en el hombro: “Se acabó, Gene. Hemos terminado”. “Pero, Mel”, se lamentó Wilder “¡no quiero que termine!”.