Tres días de rabia normalista por los 43 de Ayotzinapa: “Como les pasó a ellos nos pudo haber pasado a cualquiera”

hace 2 semanas 8

Vuelan las pequeñas bombas caseras contra el Senado de la República. Los chicos —rapados, vestidos de negro, con la cara cubierta por pañuelos que imitan pasamontañas— las prenden en la acera, echan el cuerpo atrás, arman el brazo y las arrojan con fuerza contra la Cámara Alta. Caras muy jóvenes, miradas muy desafiantes, ceños muy fruncidos. Los explosivos, tubos alargados de plástico blanco del tamaño de un antebrazo, dibujan un arco en el aire, sueltan humo y desaparecen Senado adentro. Segundos después suena el boom, tiembla Reforma, saltan astillas, todo retumba como un trueno que hubiera caído entre los edificios de la gran avenida de Ciudad de México. No hay policía, solo muchas cámaras de prensa que graban de cerca la escena. Menos de cinco minutos después, los incendiarios ya han trepado en un autobús y se han esfumado calle arriba.

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