Cuando cae el sol en Puerto Rico comienza un concierto, en el que miles y miles de ranas cantan “coquí, coquí” hasta el amanecer. Es el sonido de un pequeño anfibio homónimo a ese icónico canto que es endémico de la isla y está bajo amenaza: tres de sus 17 especies ya han desaparecido y otras cuatro están en peligro de extinción. El gran culpable es el cambio climático, pero recientemente las ranitas también se enfrentan a otro agresor: el turista. Una publicación en redes sociales sobre un viajero en busca de un “spray” para callar a los coquíes ha desatado una ola de indignación entre los boricuas, para quienes la rana es un símbolo de identidad, pero también de su resistencia frente a la crisis de masificación turística y gentrificación que está causando el desplazamiento forzado de su gente y la muerte de su fauna.
