
El orden mundial establecido al finalizar la Segunda Guerra Mundial vislumbraba alcanzar la democracia como forma ideal de gobierno sobre la base de tres ideas fundamentales: elección popular de las autoridades mediante comicios libres, competitivos, iguales y secretos; división de poderes, y expansión de los derechos humanos en el marco del Estado de derecho. Todo ello, además, se llevaba a cabo en un escenario de reconocimiento creciente del pluralismo.