Martha: una vida tejida con hilos de servicio

hace 2 horas 8

Por Andrea García.

Hablar de quienes ya no están es una forma de avivar su existencia; es pasear la mente y las palabras por esas vidas que, labradas en un pasado, siguen resonando en el ahora. Este relato es especial, pues está construido a través de los recuerdos de la hija de Martha, quien, en un acto de valor y amor, decide narrarnos la historia de aquella mujer que le dio la vida:

  • Martha fue la primera de 14 hijos; 5 hombres y 9 mujeres que vivían junto a sus abuelos y padres en una vereda de Cocorná. “Desde pequeña, por ser la mayor, le tocó ayudar a criar a todos los demás, entonces siempre fue muy decidida, pero también un poco revolucionaria. Recuerdo que nos contaba que el papá compraba un rollo de tela para hacerles vestidos a todas las mujeres, entonces cogía el pedazo de ella y en Cocorná lo hacía cambiar por otro color para no quedar vestida igual a sus hermanas”.

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    Siempre fue así, con carácter fuerte, determinada, pero también con un corazón generoso que estuvo encauzado a ayudar a los demás. Para la época en la que Martha era niña, “los estudios escolares se llevaban a cabo en algo similar a un internado y ella no quiso estudiar allá. Con el tiempo se convirtió en madre comunitaria, de esas que tenían una guardería en la casa. Más adelante, en la vereda, empezaron a invitar a las personas para ser promotoras de salud y ahí sí le tocó primero estudiar para poder ser promotora”.

    Se convirtió en una figura importante en la vereda, “ella era como una enfermera, atendía partos, atendía a personas de otras veredas y así”; sin embargo, en el 2003, en Cocorná, en medio de la guerra y la violencia que azotaba al Oriente antioqueño, a ella la capturaron porque decían que ayudaba a grupos armados y se la llevaron para Medellín.

    Ante esa imagen de desarraigo; de separación tajante, cruel e insensible, es imposible no recordar a Analia Tu-Bari cuando profiere: “Yo no vine. Me trajeron. A la fuerza. Peor que prisionera. Sin mi voluntad. Arrastrada. Me arrancaron. Mis palabras las perdí. Se escondieron en el silencio. O quisieron quedarse. Como se quedaron los ríos. Los árboles. La tierra. Los bosques. La hierba. Los animales. (…) Quizá yo también me quedé. Estoy allá. Quedé en la aldea. Permanecí en el reino” (Burgos, 2013, p. 221).

    ¿Quién iba a pensar que ese don de servir que había heredado de su padre generaría en otros una amenaza latente?, ¿alguien podría avizorar que la voluntad de ayudar, escuchar y atender a los demás sería tan peligrosa? El mismo día que se la llevaron, a su esposo y sus cinco hijos también les tocó irse. Su casa, aquella que estaba cimentada en la verde cordillera, quedó llena de silencio; sus sembrados y animales quedaron solos y el resto de su familia impregnados de miedo.

    Martha una vida tejida con hilos de servicio 1Castaño, E. (2025). Fotografía.

    Después de 8 meses la dejaron libre y fue entonces cuando se volvieron a reunir y se vinieron para Rionegro. Ahora Martha y su familia se habían convertido en desplazados por la violencia. Más aún, habiéndole arrebatado todo, no pudieron apagar sus deseos de ayudar, por eso, cuando llegó a Rionegro, empezó a darse cuenta de que en este municipio se encontraban muchas personas que habían sufrido, al igual que ella, el flagelo del desplazamiento. Entonces, con la ayuda de una amiga hizo un censo y se puso en la tarea de hacer una asociación donde pudiera congregar a todas aquellas personas que tenían esa misma condición y que provenían de San Francisco, Aquitania, Cocorná, Granada, San Carlos, Alejandría y otros municipios del departamento.

    De esta manera, para el 2005 fundó Asoder (Asociación de desplazados residentes de Rionegro), un espacio donde ella empezó a gestionar proyectos productivos a través de varias instituciones y de la Alcaldía donde todos los integrantes pudieran dedicarse a actividades como la siembra y la crianza de animales. “Lo que ella buscaba más que todo eran proyectos para la gente, también visibilizar todas las problemáticas que la gente tenía porque por ejemplo acá en Rionegro, en Alto Bonito, era donde más se concentraban los desplazados, entonces empezó a orientar a la gente, que generalmente venía del campo, en temas de restitución de tierras, para la libreta militar de los muchachos, en el acceso a la educación para los niños. Por eso ella siempre estudiaba y vivía en capacitaciones, porque todo lo que aprendía era pensando en ayudar a las personas”.  

    Dicha asociación sigue funcionando y la memoria de Martha siempre estará vinculada a ese espacio donde intentó albergar a todos los campesinos que fueron despojados de sus tierras y de sus vidas. Su lema siempre fue: “No queremos que nos vean como un problema, queremos ser actores directos y permanentes en la recuperación de la tranquilidad y desarrollo del territorio.”

    En cuanto a su historia, ella decía: “algún día vuelvo a Cocorná, me vuelvo para mi filo”, pero nunca volvió; a pesar del paso del tiempo, el miedo nunca dejó de acompañarla. Finalmente, cuando Martha murió, sus hijos y su esposo llevaron sus cenizas a su casa, a su tierra, allí donde aprendió a coser, a cuidar a sus hermanos, donde conoció a su esposo y tendría a sus hijos. Fue un reencuentro, un retorno a ese lugar donde fue luz para los niños y los enfermos, donde inició la vida de una mujer valiente que dedicó toda su existencia al servicio de los otros.

    Referencias bibliográficas

    Burgos, R. (2013). La ceiba de la memoria. Editorial Seix Barral.

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