
En el estado brasileño de Río Grande do Sul, las inundaciones extremas que afectaron a centenas de ciudades entre abril y mayo de 2024 han dejado una huella profunda. Cerca de 200 muertos, más de 500.000 personas desplazadas, barrios destruidos y negocios cerrados compusieron un escenario de devastación, donde la esperanza de la reconstrucción ha ido llegando lentamente para apaciguar el trauma colectivo. Pero en esta región, la crisis climática no sólo ha dado lugar a la incertidumbre, sino que también ha dejado al descubierto un nuevo mapa de vulnerabilidad estructural que, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), se repite con mayor frecuencia en América Latina.