
De las playas paradisíacas de Oaxaca se llevaron hace una semana a Jacqueline Meza. Lo alertó su madre: la secuestraron cuando cenaba en un restaurante cerca de la arena. De este decorado de película desaparecieron en enero siete hombres. Fueron otros nueve jóvenes, a final de febrero. No se ha vuelto a saber nada de los primeros. Encontraron los cuerpos del segundo grupo a 400 kilómetros, ya en otro Estado, en un coche abandonado. Lo que pasó entre medias, antes de la masacre, todavía es una incógnita, pero las autoridades han reconocido que investigan la participación de la policía. Los crímenes han quebrado la idea de paz en esta costa. El refugio de vacaciones de los artistas, el destino de dos millones de turistas cada año y el protagonista favorito de las postales de Instagram es ahora también el escenario de brutales desapariciones masivas.


