¿Estoicismo cotidiano?

hace 1 día 9

“Lo que parece olvidarse en este mar de eslóganes y fórmulas fáciles es que el verdadero estoicismo no promete éxito, abundancia ni liderazgo. Promete, si acaso, comprensión y templanza ante lo inevitable”.

Por Juan Ramírez.

  • No existe lo que llaman estoicismo para empresarios. Mucho menos, técnicas o principios para ser estoico. Esta tendencia, que abunda hoy en día hasta en los supermercados, ha distorsionado de forma atrevida uno de los movimientos espirituales más importantes de la Grecia clásica. ¿De dónde viene entonces la idea de ser estoico en el siglo XXI?

    En primera instancia, debemos remontarnos al siglo III a. C. para hablar de Zenón de Citio. Allí, se parte de un sistema lógico y filosófico en el que se sostiene que el universo está dotado de razón y que nosotros los humanos no podemos controlar lo que sucede, pero sí lo que pensamos y la forma en que actuamos sobre esto. Zenón empezó a dar sus lecciones en el pórtico griego, alcanzando múltiples seguidores que continuaron con su legado después de su muerte. Este movimiento influyó en filósofos antiguos como Epicteto, Crisipo, Séneca, Marco Aurelio y Catón el Viejo, al igual que en pensadores modernos como Descartes, Kant, Montaigne y muchos más.

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    Sin embargo, no fue sino hasta la pandemia que las Meditaciones de Marco Aurelio empezaron a entrar en furor. La incertidumbre y el desasosiego que trajo el COVID-19 llevaron a las personas a buscar consuelo en obras clásicas para reflexionar sobre el ser humano, más allá de los libros comunes de autoayuda. A mediados del 2020, las pocas editoriales que tenían las Meditaciones de Marco Aurelio empezaron a imprimir y a exportar este libro, no solo en Colombia, sino también a nivel internacional, siendo esto uno de los acontecimientos más extraños en la venta de libros: un clásico de filosofía se empezaba a convertir en best seller.

    Este fenómeno no sucedió únicamente con las Meditaciones de Marco Aurelio. Con esto, también se dio paso para hacer otras búsquedas que iban alineadas con este movimiento filosófico. Nombres como Séneca y muchos otros empezaron a aparecer con gran fuerza en las vitrinas de las librerías, donde se podían encontrar desde ediciones con estudios preliminares hasta las publicaciones más populares que simplemente transcribían, de una mala traducción, la obra de estos filósofos clásicos. De este modo, el concepto de estoicismo dejó de circular solamente en el ámbito universitario y filosófico y se extendió hasta los rincones más inhóspitos de la sociedad: desde cafeterías y billares hasta comerciantes y gurús de la autoayuda que empezaron a hacer de esto un negocio.

    Y así, como sucede en la religión, que se empiezan a vender estampitas para atraer incautos y prometer el cielo, lo mismo pasó en este contexto filosófico. Comenzaron a abundar las promesas de una vida feliz por medio del estoicismo, vendiendo la idea de que en el siglo XXI también podíamos ser estoicos. Libros como Lecciones de estoicismo, Cómo ser un estoico, El pequeño libro del estoicismo, Estoicismo para la vida cotidiana, Estoicismo para principiantes y muchos más, empezaron a proliferar a tal medida que poco a poco se fueron dejando de lado los protagonistas de esta bella filosofía. ¿Para qué leer a Séneca y a Marco Aurelio si ya existe alguien que me los puede explicar más fácil e incluso me dan tips para llevar un liderazgo estoico o una vida estoica? Personajes que comenzaron a desdibujar el sentido de un movimiento originalmente espiritual.

    Entiendo que no todas las personas tienen por qué saber sobre el origen de la filosofía, ni mucho menos sobre los movimientos que se dieron posteriores a dicha época. Sin embargo, se debe saber que, si te lees el libro de Cómo ser un estoico de Massimo Pigliucci, no por esto te vuelves una persona estoica.

    El estoicismo no es un atajo al sufrimiento, ni mucho menos resignación ante él. Es más que una moda para guiar con sabiduría y “soltar tranquilamente”. Falta ver lo que se viene; no dudo de la posibilidad de que salga un libro llamado “Séneca en conversación con Kiyosaki” o “Estoicismo para Silicon Valley”.

    Lo que parece olvidarse en este mar de eslóganes y fórmulas fáciles es que el verdadero estoicismo no promete éxito, abundancia ni liderazgo. Promete, si acaso, comprensión y templanza ante lo inevitable. Es incómodo, lento y difícil. No vende, y tal vez por eso se ha tenido que disfrazar de otra cosa.

    El estoicismo nunca fue una receta para alcanzar metas, sino un recordatorio permanente de nuestra pequeñez y de que el sufrimiento forma parte del paquete que es la vida. Requiere reflexión, silencio y, sobre todo, honestidad intelectual, algo que difícilmente se consigue en un manual de “cómo ser un estoico en cinco pasos”.

    Por eso, ojalá que después de tanta moda, de tanto libro de autoayuda camuflado de filosofía antigua, algunos se animen, sin atajos, a leer las palabras de los clásicos y a descubrir, por su propia cuenta, lo difícil y, al mismo tiempo, lo liberador que puede ser intentar, de verdad, vivir con filosofía.

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