
Sucede cada mañana. Revisamos el móvil y nos enfrentamos a una infinidad de mensajes, fotos y videos dudosos que cada vez parecen más creíbles. Alguno nos llama particularmente la atención y lo compartimos con los amigos y la familia. Puede ser un complot que derrocará un Gobierno, la muerte de una celebridad o la cura contra una enfermedad terminal. Nos dejamos llevar por la emoción. Pocos se permiten la duda. Y son menos los que buscan otras fuentes de información.
