Construir paz a través de la música, una apuesta del gobierno nacional

hace 3 semanas 5

Sonidos para la construcción de paz, el programa cultural más ambicioso del gobierno, ya está en marcha en 687 municipios de los 32 departamentos del país.

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Esta apuesta busca consolidar prácticas musicales y creativas en establecimientos educativos públicos, y desde allí generar escenarios de paz y transformación social.

Por eso resulta tan ambicioso. Porque además de lo extenso –incluye 1.808 establecimientos y cobija a 300.000 personas entre niñas, niños, jóvenes y adolescentes–, el programa no se ciñe a metodologías tradicionales de enseñanza musical, porque la idea no es tanto que los niños se convierta en grandes intérpretes de música, sino brindarles herramientas para que tejan imaginarios y oportunidades alrededor de la música, en especial en los territorios más afectados por la violencia.

De ahí que el diseño pedagógico del programa, aunque sigue unos lineamientos que establece el Ministerio de las Culturas, puede variar.

El programa está dividido en zonas. Antioquia hace parte de la Zona 3, con Arauca, Córdoba y el Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina. Para esta zona el profesional pedagógico es Carlos Restrepo. Su diseño pedagógico está basando en cuatro ejes: silencio, sorpresa, sonido y sanación.

“La primera estación es el silencio porque para que haya música, una nota, una figura rítmica, tiene que haber silencio. La música respira en el silencio. Yo me silencio para poder crear y de hecho la música, tanto en la composición como en el acto creativo, ocurren en el silencio. Y en ese silencio también surge el otro”, dice Restrepo.

El silencio da paso a la sorpresa, a lo que sigue de ese silencio: los sonidos, los otros, la creación, y con ellos, la sanación.

– Se trata de sanar sonando, porque el componente subyacente son las narrativas, el cuento como estrategia para entendernos. Las canciones son narrativas populares, cuentan un espacio, un tiempo, una época, unos personajes. Es una camino para empezar a reconocernos en otros. Y todo esto está acompañado del concepto de lo ritual, de la musicomagia, dice Restrepo.

–¿Qué es la musicomagia?

–Es devolverle a la música el acto mágico del que fue desprovista hace mucho rato, porque separamos la magia de la música cuando la instrumentalizamos y la convertimos en una cátedra que se da fragmentada, teoría musical, por un lado, armonía por otro, ritmo por otro, y enseguida le quitamos otra parte esencial, el movimiento, la danza.

–¿Cuál es la magia?

–La magia es que desde que entrás al acto musical, entras en un acto de borrar el sujeto, y si vos tenés la posibilidad de anular el ego y la vanidad entrás en otra resonancia. Escuchas música y salís de sí. Vos vas a un concierto y dejás de ser vos para permitirte ser ese ser luminoso, ese ser que vibra con esa música. Un ser inefable, no lo puedes definir. Eso es lo mágico de la música, dice Restrepo.

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Es hacer música para ser, para crear. Es la música como una herramienta para la vida. Por eso el programa es tan ambicioso, porque busca la transformación social a través del desarrollo creativo de niños y niñas. Pero no se puede medir, por lo menos no en el corto plazo. Aunque se pueden intuir en las clases.

En la Institución Educativa San Luis Gonzaga, la profesora o artista saberdora, como se les llama en el programa, es Yiseth Berrío, que es músico y trompetista de la Banda Sinfónica Nacional de Colombia.

Su clase con los alumnos de tercero de primaria, empieza con una pregunta, ¿a qué suena la paz?

Y suena a recreo, al abrazo de la mamá, al espacio exterior, a libertad. Suena a tantas cosas, como alumnos, porque cada uno tiene una idea sobre la paz, y las comparten en el salón, y luego cantan y la profesora los acompaña con una armónica, y mientras cantan van aprendiendo de melodías, afinación, silencios y de los demás, de la diferencia, porque hay tantas formas de entender la vida, como formas de definir la paz.

“Esto es un reto, hay que generar muchas ideas, porque la idea es que los niños se conecten, que sea lúdico y que estén motivados a aprender (...) La música desarrolla muchos valores. Para uno tocar un instrumento tiene que escuchar al compañero, tiene que aprender a compartir y muchas otras cosas que quizás otras materias no enseñan”, dice Berrío.

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