
“Hace apenas unos meses, en un hermoso campo de Pensilvania, la bala de un asesino me atravesó la oreja. Pero entonces sentí, y ahora creo aún más, que mi vida fue salvada por una razón. Dios me salvó para hacer de Estados Unidos una gran nación”. Esta frase, en el discurso inaugural de Donald Trump, el pasado mes de enero, es una muestra del concepto de carisma mesiánico, un tipo de liderazgo en el que el líder es percibido como un salvador providencial, alguien que encarna la redención de una nación, con una misión trascendental que le coloca por encima de las instituciones y normas establecidas. Este tipo de carisma se basa en la creencia de que el líder posee cualidades extraordinarias, casi sobrenaturales, y es el único capaz de guiar a su comunidad o nación hacia un destino prometido.