
En 2007, Britney Spears actuó en los premios MTV para presentar su disco Black out. La actuación, la primera en tres años después de haber sido madre, supuso un escarnio público feroz para la cantante, que tan solo seis años antes había roto los parámetros de la cultura pop al vender 37 millones de discos. Britney había saltado a la fama como la encarnación de sensualidad e inocencia, una dicotomía triunfadora que requerían la industria y los medios de comunicación de la época. En cambio, en 2007 era repudiada: se la tildaba de pasada de moda, gorda, y mala madre. Tras la actuación, en la que bailaba en shorts y medias de rejilla, se hicieron memes sin cesar en la que se la comparaba con Miss Piggy. Los memes llamaron la atención porque eran exactamente iguales que lo que se habían hecho con Monica Lewinsky tras el escándalo que supuso su relación con el entonces presidente Bill Clinton. Ambas mujeres pasaron a ser la mofa pública, por gordas y por zorras. Incluso Betty Friedan, la reputada feminista autora de La mística de la feminidad insultó a Lewinsky, tildándola de “pequeña idiota”, mientras defendía al presidente en su reelección.