¡Sofía Carmona lo logró! La nadadora antioqueña pudo ir al Mundial de Aguas Abiertas en Dubái

hace 23 horas 7

Hace apenas dos meses, cuando Sofía Carmona se sentó en las gradas del Complejo Acuático del Atanasio Girardot, y habló por primera vez del sueño de ir a Dubái con EL COLOMBIANO, lo hizo con la ilusión intacta y la certeza de que ese reto era demasiado grande para alcanzarlo sola.

En San Andrés había sorprendido al país con una medalla de plata en el OceanMan. Nadó 500 metros en 4:54, en su primera prueba en mar abierto, y ese segundo lugar le abrió automáticamente un cupo al Mundial de Aguas Abiertas. Pero en su casa, en el barrio El Salvador de Medellín junto a sus padres, el entusiasmo chocó con la realidad: no había dinero para viajar.

“Yo misma le dije: qué rico, pero no podemos ir a Dubái, Sofi. No tenemos con qué”, recordó entonces Érika Castro, su mamá. Aún así, Sofía siguió entrenando. “Si no podemos ir, igual estaré agradecida, porque hicimos todo lo posible”, dijo en esa primera conversación. Ella no sabía que ese gesto, humilde y sereno terminaría encendiendo una cadena de solidaridad que cambiaría su vida.

Después de que su historia se publicó en El Colombiano, algo empezó a moverse. Érika, que hasta entonces había tocado puertas sin éxito, comenzó a recibir mensajes de desconocidos.

“Cuando se publicó en Instagram, hubo una persona que se llama Piero que nos escribió: ¿Quiénes son ellas? ¿Cómo las puedo contactar? Yo quiero apoyarlas. Él nos ayudó e hizo un aporte directamente porque vio la nota”, cuenta.

Luego llegó Chamela, una marca de vestidos de baño. “Un día me escribieron al correo: Hola, somos Chamela, vimos la nota de EL COLOMBIANO y queremos apoyar a Sofi. Yo estaba extrañada porque casi todas las solicitudes de ayuda las había hecho yo. Fueron ellos quienes se contactaron conmigo”, recuerda Érika. Así empezó un proceso que terminó con vestidos de baño, un video sorpresa y un acompañamiento emocional en la recta final del viaje.

El Inder también se sumó. “No podían dar apoyo económico, explica Érika, pero sí nos brindaron un entrenamiento específico, psicología, fisioterapia, médico y nutrición. Fueron dos semanitas de acompañamiento integral que también fueron un regalo.”

El club de lectura Leerme, donde participa Erika, también creyó en el sueño y organizaron un bazar únicamente para los gastos de Sofi, donde recogieron casi un millón de pesos. A eso se sumó la empresa Seguros del Estado, que pagó la inscripción del evento, y el Idea, que aceleró un proceso de apoyo tras conocer la historia. Pero nada fue tan decisivo como las rifas.

“La rifa fue lo mejor que pude haber hecho”, admite Érika. “Eso nos dio los pasajes a Sofía y a mí”. Vendió 500 boletas y, cuando pensó que ya no podía más, una segunda rifa se disparó gracias al colegio Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. “En tres días vendí casi 80 boletas. Yo no sabía cómo agradecerle a la gente.”

La gratitud quedó plasmada en una bandera de Colombia que llevaron al viaje. Allí, Érika escribió los nombres de quienes creyeron en esa niña que nada desde antes de caminar. La bandera decía “500 creyentes” y “Gracias Equipo Sofi”.

El papá de Sofía, Mauricio Carmona, tampoco quiso perderse el sueño. Y se atrevió a sacar un crédito, porque lo que había sido un simple sueño, se convirtió en una realidad.

Dubái fue un torbellino de emociones, cultura, luces y descubrimientos. Sofi lo vivió como quien entra a un universo nuevo: “Me encantó ver el Burj Khalifa. Se veía muy bonito como las ciudades desde arriba. Dubái es como una ciudad nocturna: en el día es bonita, pero por la noche es más bonita porque está oscuro y todas las luces se prenden. Desde allá arriba se ve mucho más bonito”, cuenta Sofía, con ese brillo tímido que la acompaña siempre.

El 4 y 5 de diciembre participaron en actividades del evento como entrenamientos, dinámicas entre países y un desfile inolvidable en el que los colombianos caminaron juntos, cantando el himno. “Había más o menos 40 colombianos y como 80 latinos”, recuerda Érika. Esa noche todo parecía posible.

El 3 de diciembre llegó otra sorpresa: Daniel, el medio hermano de Sofía, viajó desde Suiza sin que ella lo supiera. Para Sofía fue un regalo de la vida. Él estuvo en todo, acompañándola, celebrándola y demostrando que en familia todo se puede alcanzar.

El día de la competencia, la playa vibraba de emoción: “Ese momento en que ellos salen es muy conmovedor”, recuerda Érika. “Uno está muriéndose mientras hacen el conteo regresivo: cinco, cuatro, tres...”; luego los niños corren hacia el mar con una mezcla de valentía y vértigo que corta la respiración de cualquier mamá.

Mientras Sofía corría, a Erika y a Mauricio no solo les asustaba la competencia, sino que por sus mentes pasaban como un torbellino todos los esfuerzos, el sueño inicial, las primeras boletas, los correos que mandaron y de los cuales nunca obtuvieron respuesta, el momento en que pensaron que sería imposible cuando vieron puertas cerrarse, pero también aquel día que con los pasajes en mano, vieron que lo estaban logrando.

Ver a su niña correr hacia el mar, como un día lo soñaron, fue el momento cuando supieron que todo había valido la pena, pero que sin todas las personas que se sumaron, jamás habrían podido estar allí parados, en las playas de Dubái, abrazados en familia, mientras esperaban que Sofía, hace poco una bebé y ahora toda una campeona con 12 años, saliera entre las mejores.

Sofía salió decidida, pero en el agua todo fue intenso: “A mí me jalaban los pies. Había una niña que me jalaba todo el tiempo. Yo intentaba pasar pero no me dejaban”.

En el mar no hay carriles ni espacio para maniobrar, es pelea cuerpo a cuerpo contra las olas y contra la corriente humana que avanza en manada. “Me sentía muy cansada, pero también sorprendida porque estaba en un Mundial y quería darlo todo”, cuenta.

Sentía que habían llegado muchas personas delante de mí, y quedar top 10 mundialmente fue una sorpresa muy grande. No me la creía”. Cuando cruzó la meta, Érika y Mauricio respiraron por primera vez tras casi diez minutos que llevaban con el corazón en la mano.

Los resultados confirmaron lo que ella todavía no procesaba: Sofía Carmona terminó décima en el mundo en la categoría Sub-13, con un tiempo de 00:08:26, entre competidoras de países tradicionalmente dominantes en este deporte. Además, aseguró su cupo directo al Mundial de 2026, que podría realizarse en República Dominicana.

Para Sofía, el viaje no solo fue un Mundial sino una lección de vida. “Sofi, a sus 12 años, logró llegar a Dubái, entonces ya puede pensar que puede llegar a cualquier parte. Eso es lo que yo quería enseñarle. Que lo imposible también se alcanza”, afirma Erika con la satisfacción de una madre que sabe que hizo bien su trabajo.

Y Sofi lo sabe; lo sintió cuando vio el Burj Khalifa, cuando escuchó acentos de 20 países, cuando abrazó a su hermano, cuando vio su nombre en el top 10 mundial. Lo sintió, sobre todo, cuando entendió que cientos de personas creyeron en ella sin conocerla, y apostaron por un sueño ajeno, porque su gran talento y su enorme corazón lo merecían.

En esa bandera que viajó con ellas estaban todos: los que compraron rifas, los que donaron, los que compartieron la historia, los que prestaron un hombro, una mano, una palabra. Un país que, por un instante, decidió nadar con una niña para que tocara un sueño improbable.

Hoy, Sofía Carmona vuelve a Medellín con una medalla que brilla de verdad, un lugar entre las 10 mejores del mundo y la certeza de que nada es demasiado lejano cuando se hace con el corazón.

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