¿Qué piensa un payaso después de payasear?

hace 2 días 5

Por: Juan Andrés Valencia Arbeláez.

Finaliza otra versión más del Festival Internacional de Teatro El Gesto Noble en El Carmen de Viboral, que nuevamente llenó de color, emoción y alegría las calles del municipio y los corazones de todos los espectadores que disfrutaron de estos 9 días dedicados a las artes vivas. Como carmelitano que soy, he disfrutado de muchas ediciones y obras de teatro, cuentería, y por supuesto clown, estos enigmáticos personajes que pueden causar tanto miedo como alegría, dependiendo de la persona a quién se le pregunte; pero en esta ocasión tuve la oportunidad de compartir un momento con uno de ellos después de su función y responder a una pregunta que quizás muchos (o tal vez nadie) se ha hecho, pero que sin duda no deja de ser llamativa: “¿qué piensa un payaso después de payasear?”

  • Sentado en un butaco de madera, que alumbra una tibia luz amarilla proveniente del espejo del camerino, se encuentra un actor de clown, o payaso como lo llaman muchos niños, desmaquillándose en medio de un silencio casi que monacal. Hace un momento estaba rodeado de varios niños y adultos que no paraban de reír fuertemente, y era alumbrado por varias luces multicolores que le daban una aurora mágica, como la de una divinidad manifestada; mas ahora era una persona ordinaria nuevamente.

    Otras columnas: Carta de madrugada

    Todos se van apenas se divierten, es lo normal, pero llevo más de 20 años en este oficio y todavía no me acostumbro a esa sensación”, dice él, un hombre de alrededor de 40 años que se aventuró a los 16 a aprender a hacer clown y luego se vinculó a un grupo dedicado a ese arte, con el cual ha llevado sonrisas e ilusiones a varios rincones de Colombia. Aunque me compartió su nombre, prefirió que no lo mencionara en este texto, no por miedo, o rechazo a la vanidad, sino con la intención de que pudiese aplicarse a cualquier clown del mundo en cualquier época.

    ¿Cómo definirías a un clown y su oficio?

    Un clown es una persona con una profunda tristeza, dolor y soledad, que tiene la capacidad de ver esos sentimientos a la cara y transformarlos mediante la risa. Es alguien que asume el reto de espantarle a los demás todas esas sensaciones negativas, ya que no quiere que otros sientan y experimenten lo que él sufre. Son personas tristes que hacen felices a otros, y es muy bonito. Los clowns son representaciones de la esencia humana, de la esencia más noble que pueda tener un hombre.

    ¿Qué piensas y sientes antes, durante, y al finalizar una función?

    Es todo un ritual el antes, yo lo percibo así: como cuando un sacerdote se reviste para una misa. Es envolverme de algo sagrado con cada prenda que me pongo, con cada pintura que me aplico en la cara, para poder traer a la audiencia algo aún más sagrado, que es la risa y la alegría. Lógicamente, como a cualquier artista, me da nervios muchas veces, cuando esto sucede me gusta repetir como una especie de mantra u oración que dice: Dios, dame la risa y hagamos un milagro más.

    Durante la función difícilmente piensas en algo, incluso en lo que planeaste hacer, porque gran parte de lo que se ejecuta es improvisado, y eso es lo más lindo, que consigues olvidar por cierto tiempo, tanto para ti como para tu público, los problemas económicos, amorosos, etc. No es ignorar la vida, es darnos cuenta de que realmente aquellas cosas que nos preocupan no son tan trascendentales como las imaginamos, por eso nos podemos reír.

    Al finalizar el espectáculo, mientras me cambio, particularmente siento mucha tristeza y soledad, es como si los demás se llevasen la parte alegre que les entrego, y yo me quedo con sus tristezas, en una especie de trueque. A veces esto me hace llorar, pero he aprendido a interpretar eso como la prueba de que cumplí con mi objetivo.

    Mencionas la tristeza y alegría como parte fundamental de tu trabajo, ¿cómo encuentras un equilibrio entre ambas en tus funciones?

    Toda risa parte de la tragedia, no son enemigos una de la otra, sino complementarias. Es decir, lo absurdo, lo ridículo, lo humillante, lo feo, siempre lleva hacia otras cosas como la ira, el dolor o la risa. A nadie le gusta pasar por eso, pero por lo general nos divierte cuando alguien más lo padece, y al clown no le da miedo ponerse en esas situaciones vergonzosas con tal de detonar la alegría. Una vez que esto acontece por primera vez yo puedo también burlarme del público. El secreto está en hacer que todos nos riamos juntos y no solo de alguien.

    Hay gente que le tiene miedo a los clowns, ¿qué piensas o qué sentimientos te produce?

    No me preocupa mucho, no le puedo agradar a todas las personas y tengo entendido que ese es un miedo irracional, así que no los juzgo. Me asusta más son quienes menosprecian este oficio, no porque insulten mi profesión, sino porque son personas que no ríen, que no les gusta bajar la guardia a la alegría. Creo que a todo clown le da miedo esto: aquellos que no son capaces de reírse de sí mismos.

    Por último, ¿qué lecciones para la vida crees que podemos aprender de lo que hace el clown?

    Son muchas, pero principalmente pienso que tres: la primera es aceptar la vulnerabilidad, al fin y al cabo, el clown es un reflejo de las personas, y todos somos, en mayor o menor medida, torpes, ingenuos, propensos a cometer errores. La segunda es vivir en el presente, el clown está en sintonía con el aquí y el ahora, por su interacción directa con el público y su improvisación instantánea, y esto nos enseña a disfrutar de las experiencias sin preocuparnos demasiado por el pasado o el futuro. Por último, el poder trasformador de la risa, ya que nos recuerdan que la risa es una forma poderosa de conexión y de aliviar el estrés, y así el clown nos invita a reír más a menudo.

    Leer el artículo completo