Políticos revelan la enfermedad de nuestra sociedad

hace 4 semanas 18

Políticos revelan la enfermedad de nuestra sociedad

Resumen: Congreso: Bochorno y vergüenza en el Senado. La plenaria se convierte en un "ring de boxeo" por el hundimiento de la consulta popular, reflejando falencias de la sociedad.

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Qué espectáculo bochornoso. Vimos atónitos y con una creciente punzada de vergüenza, el lamentable episodio protagonizado por quienes deberían ser los pilares de la civilidad y el debate constructivo en nuestra nación: los congresistas de la República. El hundimiento de una consulta popular, un mecanismo que, más allá de su éxito o fracaso, debería ser abordado con altura y respeto por la diversidad de opiniones, se convirtió en el detonante de un enfrentamiento caótico y vergonzoso.

La plenaria del Senado, ese recinto que debería ser sinónimo de diálogo sesudo y búsqueda de consensos en pro del bienestar colectivo se transformó en un ring de boxeo verbal, escalando peligrosamente hasta la confrontación física. Tuvieron que llamar a la fuerza pública para contener a los honorables congresistas, esos adalides de la ley y el orden que, al parecer, olvidaron las elementales normas de convivencia y respeto que se exigen a cualquier ciudadano.

Es indignante, repulsivo, observar cómo quienes ostentan la representación popular se rebajan a un nivel tan deplorable. Sus gritos, sus acusaciones vacías, sus forcejeos pueriles no solo mancillan la dignidad del cargo que ocupan, sino que proyectan una imagen desoladora de nuestra sociedad. ¿Es este el ejemplo que ofrecen a las generaciones actuales y futuras? ¿Esta es la clase de liderazgo que merecemos?

Pero, seamos honestos, ¿podemos realmente sorprendernos? Estos individuos, que hoy se enfrascan en peleas de patio de colegio, son un reflejo, aunque distorsionado y amplificado por el poder, de nuestras propias falencias como sociedad. Somos nosotros, el electorado, quienes, en nuestra ceguera o quizás en nuestra propia inclinación por el espectáculo, los hemos elevado a esas posiciones de influencia.

Nos quejamos amargamente de su falta de sensatez, de su egocentrismo rampante, de su incapacidad para escuchar y comprender al otro. Sin embargo, ¿cuántos de nosotros practicamos la escucha activa, la empatía genuina en nuestros propios círculos? ¿Cuántos de nosotros invertimos más tiempo en criticar al nuestros familiares y vecino que en construir puentes de entendimiento?

Parece que nos deleitamos en el drama, en la confrontación estéril. Nos convertimos en ávidos espectadores de este reality show de la política, donde las mentiras y la negación son moneda corriente, donde la burla al adversario genera más titulares que las propuestas constructivas. Y así, alimentamos este círculo vicioso de intolerancia y polarización.

Así que, sigamos indignándonos, rasgándonos las vestiduras por el comportamiento de nuestros “padres de la patria”. Continuamos votando por el candidato más escandaloso, por aquel que mejor encarna nuestra propia incapacidad para dialogar y respetar las diferencias. Al fin y al cabo, ¿para qué exigir altura y decoro si lo que realmente nos entretiene es verlos revolcarse en el barro? ¡Qué gran circo hemos montado!

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