¿País sin oportunidades o juventud sin voluntad?

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¿País sin oportunidades o juventud sin voluntad?

Resumen: Alarmante cifra de jóvenes 'Ni-Ni' en Colombia: ¿falta de oportunidades o apatía generacional?

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Resulta francamente desolador, casi un insulto a la inteligencia y al esfuerzo, leer las últimas cifras del DANE. 2,6 millones de jóvenes, una cifra que equivale a vaciar Medellín de sus habitantes y llenarla de personas entre 18 y 28 años que ni estudian ni trabajan. Uno se pregunta, con una mezcla de incredulidad e indignación, si el problema es que Colombia es un páramo desértico de oportunidades o si, por el contrario, estamos incubando una generación anestesiada, sin aspiraciones, cómoda en la inacción. El 24,2% de nuestra fuerza joven futura, aparentemente a la deriva.

Y es que la excusa de la falta de oportunidades se cae a pedazos ante la evidencia. Programas como Matrícula Cero abren las puertas de la educación superior gratuita a nivel nacional. En mi propia ciudad, Medellín, y en otros municipios, el Presupuesto Participativo destina recursos específicos para que los jóvenes de las comunas accedan a la universidad. Son oportunidades que nuestros padres y abuelos ni soñaron tener ¿Qué pasa por la cabeza de un joven que, teniendo estas puertas abiertas de par en par, decide darles la espalda? ¿Es pereza pura y dura? ¿Una apatía crónica?

La respuesta parece encontrarse, lamentablemente, en esa mentalidad que se escucha en las calles: la del dinero rápido, el éxito sin esfuerzo, la gratificación instantánea. Parece que el esfuerzo sostenido, la disciplina del estudio o la constancia del trabajo han perdido valor. Se anhela el resultado sin el proceso. Algunos parecen esperar que la vida funcione como si su mamá les llevara el «vaso de leche» a la cama, todo servido, sin mover un dedo. Una actitud infantil e insostenible en un mundo que exige, como mínimo, iniciativa.

Incluso aquellos que sueñan con ser sus propios jefes, con «emprender», parecen ignorar una verdad fundamental: hasta para vender empanadas con éxito se necesita una base. ¿Cómo gestionar un negocio sin nociones de administración? ¿Cómo controlar las finanzas sin saber de contabilidad? ¿Cómo vender sin marketing? ¿Cómo operar legalmente sin conocimiento jurídico básico? Creer que se puede triunfar en cualquier ámbito sin formación ni dedicación es un espejismo peligroso, un autoengaño que perpetúa la mediocridad.

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La paradoja se vuelve aún más irritante cuando escuchamos a los empresarios. Se quejan, y con razón a menudo, de que no encuentran personal. Las vacantes, tanto públicas como privadas, se quedan sin cubrir. Y mientras tanto, ¿qué vemos? Salga usted un martes a las 11 de la mañana a un centro comercial. Pida permiso en su trabajo, como hice yo, y observe: gimnasios, restaurantes, cafés, supermercados… llenos. Jóvenes y adultos en pleno horario laboral, disfrutando de un ocio que uno se pregunta, con justa indignación, ¿quién financia?

Colombia, digan lo que digan los quejosos profesionales, SÍ es un país con oportunidades. Hay caminos para estudiar, para emplearse, para crear empresa, para ser productivo. Pero es más fácil sentarse a lamentar la «miseria», culpar al gobierno de turno, señalar a los empresarios como explotadores y declararse víctima de un sistema inexistente que impide el progreso personal. Esta cultura de la excusa, de externalizar la responsabilidad, es el verdadero cáncer que frena el desarrollo individual y colectivo.

Así que, dejémonos de rodeos y eufemismos. Si después de analizar las opciones disponibles, los programas ofrecidos y las necesidades del mercado laboral, un joven decide voluntariamente no hacer nada productivo con su tiempo y energía, la responsabilidad es única y exclusivamente suya. ¿De quién más va a ser la culpa si usted no quiere hacerse cargo de su propio bienestar, de su propia existencia? Ya basta de culpar al mundo; que asuman las riendas o acepten las consecuencias de la desocupación.

Las opiniones que aquí se publican son responsabilidad de su autor.

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