La Policía Municipal ha llegado al barrio de Montecarmelo sobre las siete y media de la mañana, cuando estaban saliendo los primeros rayos del sol. Los vecinos que vigilaban la zona han dado el aviso y en pocos minutos estaban allí más de 20 con sus respectivos silbatos y cacerolas intentando cruzar a la parcela donde se están talando árboles. Algo se estaba moviendo, porque a diferencia de otros días, los agentes no les han dejado ni acercarse a la parte vallada y han pedido a algunos de ellos que se identifiquen. “Luego no llega multa ni nada, lo hacen para meter miedo”, dice uno de los que han tenido que enseñar el carnet. A la media hora aparece un camión que remolcaba una retroexcavadora. Con la nueva máquina ya sobre el terreno, han empezado los trasplantes. Han movido seis árboles pequeños unos metros y los han dejado al lado del colegio alemán, muy cercano a la zona sobre la que el Ayuntamiento de Madrid va a construir el cantón de limpieza y la base del Selur. María Ángeles Nieto, portavoz de la Plataforma Ecologista Madrileña, opina que “estos trasplantes de última hora suelen ser operaciones cosméticas para aparentar una menor pérdida de arbolado y calmar el malestar ciudadano” y que las posibilidades de supervivencia de los ejemplares disminuye según se acerca el verano.

