La española que se siente paisa: Anthía López, una enamorada de la gente, la comida y la vida en Medellín

hace 3 semanas 4

Mientras muchos se van, ella se quedó: Anthía López cambió España por el corazón de Medellín

Anthía López no la llegó un vuelo cualquiera. La trajo una corazonada. Un deseo de cambio. Cuando su alma, un poco cansada, empezó a buscar refugio en otro lugar del mundo. Ese lugar, contra todo pronóstico, no fue París ni Berlín ni Lisboa. Fue Medellín.

Sí, Medellín. Esa ciudad que a veces es retratada desde lejos como peligrosa, caótica, impredecible. Pero que para Anthía se convirtió en una medicina. En una cura. En una bocanada de aire fresco que le devolvió la alegría y la puso a sonreír como hacía tiempo no lo hacía.

Estudiante de Trabajo Social, llegó en un programa de intercambio. Pero su viaje terminó siendo mucho más que académico: fue una lección de vida.

“Yo venía con miedos”, dice con ese acento español que ya empieza a tener un dejo paisa. “Me decían que Colombia era peligrosa, que tuviera cuidado… y mira, yo encontré aquí un amor de ciudad. Me cuidaron, me abrazaron, me hicieron sentir parte.”

A Medellín la fue conociendo a mordiscos: probando empanadas en la calle, bandeja paisa en fondas de barrio, arepas que la dejaron sin palabras y con la boca llena de antojo. “La gastronomía antioqueña le da sopa y seco a la española”, dice entre risas, como si hablara de una competencia donde el ganador es su paladar.

Pero más allá de la comida, fue la gente la que la atrapó. Su alegría, su calor humano, esa capacidad tan paisa de convertir a un extraño en familia. La misma ciudad que le devolvió el deseo de madrugar, de caminar, de estudiar. De vivir.

“Yo llegué con depresión”, confiesa sin vergüenza, “pero esta ciudad me salvó. Me abrazó. El amor que encontré aquí no lo cambio por nada”.

Y mientras muchos colombianos sueñan con cruzar el charco en busca de oportunidades en España, Anthía hizo la operación contraria. Una inmigración emocional que la ancló al trópico.

Hoy le dicen “la miita”, porque entre amigos y vecinos ya no es la española, es una paisa más. Camina con paso firme por las laderas, saluda con un “¿qué más pues?” y hasta se anima a bailar salsa choke en las fondas.

La ciudad le devolvió la luz y ella le regaló su gratitud. Porque cuando uno encuentra su lugar en el mundo, no importa si queda a diez mil kilómetros de casa. Medellín, para Anthía, no fue solo un destino. Fue un nuevo comienzo.

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