“¿Por qué está detenido?”, preguntó en una audiencia sobre la situación de Kilmar Abrego García el viernes pasado la jueza de distrito Paula Xinis al abogado del Departamento de Justicia. “No lo sé”, contestó el letrado Erez Reuveni. La sinceridad de la respuesta le ha costado el trabajo a Reuveni, justificó la orden judicial que decía que debía ser regresado a Estados Unidos y también condensa lo absurdo del caso de este obrero de 29 años atrapado en un limbo legal entre Trump, Bukele y las pandillas salvadoreñas.