A principios de marzo, cuando estaba por comenzar el curso escolar, el río Pilcomayo se desbordó y causó la peor inundación en el Chaco salteño desde 2019. Más de mil personas de esta región remota del norte de Argentina tuvieron que ser evacuadas, entre ellas los habitantes de la comunidad rural de Monte Carmelo, en su mayoría de etnia toba y wichí. Llevaban una semana aislados por el agua cuando llegaron los camiones de Gendarmería para trasladarlos a un lugar seguro. “Nuestro camión se quedó atrapado en el barro y tuvimos que empezar a caminar en el agua con los chicos, con los bolsos. Llovía y hacía mucho frío”, cuenta la maestra Jimena Platero. Tardaron 40 días en volver y hasta entonces no comenzaron las clases. Escenas parecidas se vivieron en otras comunidades cercanas que EL PAÍS recorre invitado por Unicef tres meses después, cuando buscan recuperar la normalidad con clases los sábados y piden ayuda a las autoridades para reforzar el anillo de seguridad que los protege de las crecidas del río.