¿Estás criando un parásito en casa?
Resumen: Padres de familia, el llamado de atención es urgente: dejen de construir esa peligrosa "bola de cristal" alrededor de sus hijos. Muchos dicen: "Yo les daré lo que nunca tuve", pero me pregunto: ¿qué les van a dar?
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He dedicado tiempo a escuchar a muchos padres de la actualidad, y la intención siempre es noble: «Yo le daré a mi hijo lo que nunca tuve». Lo repiten con una convicción que desarma, creyendo que la felicidad reside en la ausencia de esfuerzo o carencia. Pero al observar la escena cotidiana, noto la terrible trampa: el plato sucio en el lavaplatos. No es un drama, es un síntoma. Se nos ha metido en el ADN la creencia de que facilitar todo es amar, y la consecuencia es visible: el hijo que no es capaz de mover un dedo en casa, que vive como si su hogar fuera un hotel con servicio a la habitación. Si ese hijo no lava su propio plato, permítanme preguntarles con crudeza: ¿Qué les están dando realmente, si les están robando la herramienta más valiosa de la vida, que es la responsabilidad?
Aquí no se trata del plato de loza, de una media tirada o de la cama sin tender; se trata de la actitud. Se trata de esa mentalidad parasitaria que sustituye el esfuerzo por la expectativa. Hemos confundido el amor con la servidumbre. El hijo que deja todo tirado y espera que mamá sirva, recoja y resuelva, no está siendo mimado, está siendo destruido en su capacidad de crecer. Está aprendiendo a depender, no a ser autónomo. Esta es la primera lección de la vida que estamos fallando: que la pertenencia a un hogar implica el deber de aportar, no solo de consumir.
Padres de familia, el llamado de atención es urgente: dejen de construir esa peligrosa «bola de cristal» alrededor de sus hijos. Muchos dicen: «Yo les daré lo que nunca tuve», pero me pregunto: ¿qué les van a dar? Les darán la comodidad que anula el carácter, la facilidad que elimina la disciplina y, peor aún, la incapacidad de sostenerse. No se es buen padre por cuánto controlamos el sufrimiento de un hijo, sino por cuánta capacidad le damos para gestionar la vida cuando ya no estemos. El materialismo y la falta de límites que impartimos hoy se pagan mañana con la frustración y la impotencia de nuestros hijos.
El carácter de un ser humano, ese motor interno de resiliencia y rectitud, no se forma con discursos motivacionales, se forja en los pequeños actos diarios. Nace en la obediencia al límite, en el acto de barrer un piso y, sí, en el simple deber de lavar un plato. Ahí nace el verdadero respeto, primero por su esfuerzo, luego por el de otros, la gratitud genuina y la comprensión de la responsabilidad. La disciplina se forja todos los días, con pequeñas actividades ganadas contra la quietud y la comodidad.
Quien no aprende a colaborar y a servir en casa, mañana será el adulto que entra a la vida culpando al gobierno, a la suerte, o a los demás por lo que no logra. Será el que dice «la vida es injusta» sin recordar que, durante años, nunca movió un dedo por mejorarla. La persona que no sabe sostener su propio plato sucio, tampoco sabrá sostener una familia, una comunidad o una carrera profesional. La vida no se gana solo por existir o por respirar; requiere un esfuerzo constante.
A nuestros hijos no se les debe educar desde lo material, sino desde los cimientos innegociables de la responsabilidad, el orden, la justicia y el sentido de pertenencia. Hay que permitirles frustrarse, a gestionar sus emociones frente a un «no» o un error, y a entender que la disciplina, aunque cansa, es el único camino hacia la libertad. Criar hijos responsables cansa, es cierto… pero criar hijos cómodos los destruye, y nos destruye como sociedad.
Padres, si buscan un legado duradero, dejen de buscar hijos agradecidos; no los van a tener, y si lo son, será por obligación. En lugar de eso, formen y eduquen ciudadanos que sean útiles a una sociedad que los requiere desesperadamente. Enseñen a sus hijos a aportar, a ser parte de la solución, a que su casa no es un hotel y su madre no es una empleada. El futuro de la nación se juega hoy en la loza sucia del fregadero. La responsabilidad empieza en casa.
Las opiniones que aquí se publican son responsabilidad de su autor.

hace 1 mes
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