“Ya hablé de más y he dicho muy poquito”, dijo Martín Caparrós. “Estos versos son el rito para decirles que quizás hoy es el día en que más quisiera decirles algo. Pero valgo lo que valgo y no se me ocurre mucho. Solo que he luchado y lucho, y que de esa no me salgo. Ahora debo despedirme [...] No suele ser el temor lo que define mis frases, pero hoy la emoción me hace temer y temblar entero. Muchas gracias, compañeros, muchas gracias, mis queridos, me han dado felicidad, de esa que cuando se da nunca cae en el olvido”. Los aplausos y las voces de “bravo” de un teatro colmado abrazaron las palabras del escritor argentino, pronunciadas con su emocionada voz de bajo, desde una silla de ruedas en el centro del escenario. Lo rodeaban 27 amigos, familiares y colegas que, durante una hora y media, lo habían homenajeado leyendo —con risas y angustias compartidas—fragmentos de Antes que nada, sus memorias.