El Miedo Puede Hacerte Correr, Pero No Te Enseña a Jugar: El Ego del Entrenador.
Resumen: Estos entrenadores golpean la salud mental de sus jugadores día a día, sin importar si están en una cancha o en un vestuario. Cuando se permite la violencia verbal o la humillación en público, cuesta imaginar el trato en la intimidad
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En el fútbol formativo y competitivo todavía sobreviven métodos de entrenamiento basados en el miedo. Entrenadores que gritan, humillan, amenazan o menosprecian a sus jugadores bajo la excusa de “forjar carácter”. Creen que los resultados justifican los medios, que la dureza garantiza disciplina, y que los futbolistas deben de soportar cualquier trato para alcanzar el éxito.
Sin embargo, los procesos de enseñanza-aprendizaje motivados por el miedo pueden ofrecer resultados inmediatos, pero nunca sostenibles en el tiempo. Lo que parece una reacción de obediencia o intensidad en la cancha no es más que una respuesta biológica del cuerpo ante una amenaza. El deportista actúa “en defensa propia”, impulsado por la adrenalina y el cortisol, no por convicción y aprendizaje.
Estos entrenadores golpean la salud mental de sus jugadores día a día, sin importar si están en una cancha o en un vestuario. Cuando se permite la violencia verbal o la humillación en público, cuesta imaginar el trato en la intimidad del camerino. Cada palabra, cada gesto autoritario, deja una marca invisible que erosiona la confianza, la creatividad y el amor por el juego.
Lo más grave es que muchos de ellos son vistos como ganadores. Se les considera referentes, personas influyentes dentro del deporte, porque acumulan medallas o campeonatos. Pero detrás de esas vitrinas hay historias de jóvenes con ansiedad, frustración, y carreras truncadas. Son entrenadores que han construido su reputación a costa de la salud física, mental y emocional de los deportistas.
Paradójicamente, son los mismos que hoy se quejan de que “esta es una generación de cristal”. Lo dicen para deslegitimar la sensibilidad, para minimizar el abuso emocional, para perpetuar un modelo de autoridad que solo se sostiene en el miedo. Pero no es fragilidad, es conciencia. Los jugadores comienzan a reconocer que la violencia no educa, que el respeto no se impone, y que la exigencia no necesita del abuso.
El fútbol actual requiere de entrenadores preparados, no de caudillos. Líderes con formación humana, pedagógica y emocional. Personas que comprendan cómo se comporta, siente y aprende un deportista. Porque como bien decía Cesar Luis Menotti, “El entrenador que solo sabe de fútbol, ni de fútbol sabe”.
Nunca una medalla será más importante que la formación integral de un jugador. Ganar sin cuidar al ser humano no es triunfo, es una derrota disfrazada. El miedo puedo producir resultados en el corto plazo, pero nunca construirá un legado.
Porque el miedo no enseña. Solo lastima.
Las opiniones que aquí se publican son responsabilidad de su autor.

hace 1 semana
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