El Gallo Tapado Negro
Resumen: Ganar un segundo Pulitzer es una hazaña que se ha visto con menos frecuencia que los eclipses totales de sol, al punto que en un siglo sólo Colson y tres más lo han conseguido
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Mientras en la última edición de los Premios Oscar el planeta entero estaba pendiente del mano a mano entre “Anora” y “El Brutalista”, aguardaba por la posible resurrección dorada de Demi Moore con “La Sustancia” e ignoraba el pedazo de spoiler global que nos habían colado con “Cónclave”, una película acabada de estrenar y con distribución limitada para ciertos cines selectos de Estados Unidos se coló por la ventana en la lista final de las candidatas a mejor película: “Los Chicos de la Nickel”. Una adaptación más que justa de la obra con la que Colson Whitehead, mi apuesta personal para el Nobel de Literatura en 2041, se llevaría su segundo Premio Pulitzer en la turbulenta primavera de 2020.
Ganar un segundo Pulitzer es una hazaña que se ha visto con menos frecuencia que los eclipses totales de sol, al punto que en un siglo sólo Colson y tres más lo han conseguido. Lo cual habla muy bien de “Los Chicos de la Nickel”, ya que al no ser anónimas las postulaciones para el galardón, más difícil que obtener el Pulitzer una vez (cosa que puede pasar con méritos inescrutables como con “Less” de Andrew Sean Greer en 2018), la auténtica prueba de calidad está en que te lo otorguen dos veces, pues la repetición que podría poner en juego el prestigio del reconocimiento fuerza necesariamente a un veredicto incontrovertible e impoluto.
Y eso es justamente lo que ocurrió, pues “Los Chicos de la Nickel” es un relato poderoso que sirve como testimonio ficticio de las víctimas reales de la Dozier School for Boys, un reformatorio estatal de la Florida que operó hasta 2011 y en el que posteriormente se descubrirían fosas comunes con más de 50 estudiantes asesinados. Una premisa que la película hace suya no sólo a través de la cámara en primera persona que nos pone en la piel de Elwood Curtis y Jack Turner, sus protagonistas, sino también de las múltiples reivindicaciones raciales que como extractos a blanco y negro de un pasado opresor no tan lejano son introducidas por el director a modo de fogonazos subliminales a lo largo de toda la cinta.
Así, siendo fiel al material de origen y con una fotografía impresionantemente atrevida, vemos imágenes auténticas de episodios clave de la historia de los derechos civiles estadounidenses. Desde discursos de Martin Luther King, pasando por su propio funeral, hasta instantáneas de verdaderos estudiantes de la Dozier School for Boys, fotografías oficiales de objetos encontrados durante la exhumación de los cuerpos, clips de noticieros que cubrieron el descubrimiento o facsímiles de documentos técnicos que registraron la magnitud de la barbarie durante las excavaciones, al espectador se le recuerda constantemente que la realidad superó a la ficción.
“Los Chicos de la Nickel” fue el gallo tapado negro de esta edición. Aceptando estar condenado desde el principio de la carrera por su poca distribución comercial y la subversión de su mensaje en los tiempos que corren, no teme ser el vistosamente bello manifiesto racial que cualquier adaptación de la obra de Colson debería ser.
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Redacción Minuto30
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