El epitafio de Fujimori

hace 1 mes 9

La primera vez que vi a Alberto Fujimori fue en 1996. El exdictador había llegado al estadio de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa, mi ciudad natal, y ninguno de sus asesores le anticipó la atronadora pifiada que sufrió apenas tomó el micrófono para inaugurar los Juegos Bolivarianos. Nunca nadie había desafiado a Fujimori como lo hizo Arequipa. Eran los años más prósperos del fujimorismo, pero Arequipa y los dictadores jamás han tenido romances, y Arequipa –la ciudad más representativa de la república según el historiador Jorge Basadre– sin ningún recato le endilgó una de las mayores humillaciones públicas que Fujimori jamás sufrió. En ese momento, Fujimori ya había disuelto un parlamento después de un autogolpe y había hecho una constitución que luego él mismo violentaría en 2000, cuando postuló a su tercer mandato.

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