De Monet a Francis Bacon, la magia del arte que se esfuma

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Si va usted a París, acérquese a Los nenúfares de Monet que descansan desde hace un siglo en el Museo de L’Orangerie. No tienen pérdida, son unos paneles descomunales y curvados instalados en una sala también curva. Son la estrella del museo. Claude Monet se pasó prácticamente 30 años pintando solo eso, nenúfares, hasta su muerte en 1927. Los de L’Orangerie son el culmen del ciclo. El pintor André Masson llamó a esta sala “la Capilla Sixtina del impresionismo”, lo que es mucho llamar. Bien. Acérquese. Contémplelos de cerca. Aparque el móvil. Y mire. ¡Pero…! En efecto, no ve nada. Mejor dicho, nada concreto. Verá manchas. Colores. Espacios. Texturas. Aléjese poco a poco. Todo irá cobrando forma. Lo que era pintura abstracta va haciéndose paisaje, flor, agua, reflejo, vegetación. Lo que estaba difuminado y desenfocado se hace real, aunque exigirá de usted una atención extraña, difusa, una mirada ambiciosa que abarque, primero, la parte, y después, el todo. La experiencia merece la pena. Estamos ante una pintura figurativa. Una de las tres o cuatro obras maestras del impresionismo, que, con perdón de Goya, fue la primera abstracción, o el primer esqueje de lo que acabaría siendo la abstracción. Solo que, ay, estamos a finales del XIX y principios del XX… Monet quiso pintar esos nenúfares así, dans le flou (desenfocados, difuminados). Y precisamente Dans le flou. Une autre visión de l’art de 1945 à nos jours (Desenfocado. Otra visión del arte desde 1945 hasta nuestros días) se tituló la magnífica exposición que cerró sus puertas en L’Orangerie el pasado 18 de agosto y que llegará a CaixaForum Madrid a partir del 17 de septiembre y a CaixaForum Barcelona el 20 de mayo de 2026 bajo el título acortado de Desenfocado. Otra visión del arte.

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