Club de señorones

hace 1 semana 10

Club de señorones

Resumen: El tema no es premiar a una mujer por ser mujer o a un africano por ser africano, argumento por demás tremendamente absurdo que demuestra el poco entendimiento que se tiene del problema, sino asimilar finalmente que el Premio Nobel hace muchísimo tiempo dejó de ser un premio endogámico

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Días atrás, el suplemento cultural de El Mundo de España ha sorprendido a sus lectores con un gráfico tan claro como brutal, que a golpe de instantánea resume el legado de los 122 ganadores del Premio Nobel de Literatura y expone sin medias tintas el complejo panorama del galardón narrativo más importante de toda la galaxia: mientras el 70,5% de sus ganadores (86) son de origen europeo, tan sólo el 14,8% de todos los laureados (18) son mujeres. Cifras con las que convivimos con indiferencia durante prácticamente todo el siglo XX, pero que hoy en día son sencillamente insostenibles y que imponen a la Academia Sueca una ardua labor de cara al futuro.

Dicho así en frío y con simples números en la mano no es fácil apreciar la magnitud de la situación, pero una vez que El Mundo ha separado a los ganadores por celdas, les ha puesto colores según su continente y ha resaltado a las escritoras con puntos negros, el arcoíris de la desigualdad se muestra en todo su esplendor. Unos inicios, como era de esperarse, marcadamente europeos y masculinos, con algunas notas de color aquí y allá tras la inclusión de Tagore (Nobel 1913) representando a Asia y los primeros americanos haciendo presencia, hasta una modernidad mucho más policromática desde la década del 2000 hasta nuestros días. Una tendencia positiva que, esperamos, se siga manteniendo a pesar de las múltiples polémicas que pueda generar en ciertos círculos.

Y es que el tema no es premiar a una mujer por ser mujer o a un africano por ser africano, argumento por demás tremendamente absurdo que demuestra el poco entendimiento que se tiene del problema, sino asimilar finalmente que el Premio Nobel hace muchísimo tiempo dejó de ser un premio endogámico entregado por un club de señorones en nombre de la Suecia snob y que ha mutado en una auténtica competencia global que forzosamente tiene que abrirse a nuevas voces desde todos los rincones del planeta, entre las que, por supuesto, las de las mujeres ocupan un rol indudablemente protagónico que por mera coherencia debe verse reflejado en él.

Aunque el mercado editorial todavía mantiene una dinámica marcadamente masculina, es innegable que contamos con grandes escritoras como Can Xue, Jamaica Kincaid, Anne Carson, Joyce Carol Oates, Ludmila Ulitskaja o Margaret Atwood que cuentan en su haber con suficientes credenciales, e incluso más que muchos otros, para ser las próximas elegidas por Estocolmo (¡Como si quieren dárselo a una tras otra! ¡Bienvenido sea!). Así como con las nueve ganadoras de los últimos 25 años, dudar de sus méritos reduciéndolo todo al cumplimiento de una cuota por género es una simplificación directamente ofensiva, digna de la peor miopía literaria.

Personalmente, y ya puestos a elegir, prefiero mil veces a otra Nadine Gordimer (Nobel 1991) que a otro Tomas Tranströmer (Nobel 2011), te cambio diez V. S. Naipaul (Nobel 2001) por una sola Toni Morrison (1993) y mejor darle dos veces seguidas el premio a Svetlana Aleksiévich (Nobel 2015) antes que desperdiciarlo por ahí con cualquier Bob Dylan (Nobel 2016).

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Redacción Minuto30

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