Los casos de amputación de piernitas por causa del cáncer también la han impactado a Catalina profundamente.
Hay dolores que no tienen nombre, solo un diagnóstico. Y fue el de su propio hijo, Santiago, lo que empujó a Catalina Díaz a fundar una trinchera contra la indiferencia. Hace once años, la vida de esta madre, hoy directora de la Corporación Mirada, se partió en dos cuando, al mes de tener a su bebé, los exámenes revelaron un Retinoblastoma, un tipo de cáncer ocular que se origina en la retina.
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La vida de madre se transformó en una larga vigilancia hospitalaria. La primera quimioterapia de Santiago se extendió por un año; un procedimiento fuerte, casi impensable para un bebé, pero necesario para intentar salvarle la vida. Hoy, once años después, el proceso médico de su hijo aún continúa.
Fue en esa travesía hospitalaria donde Catalina descubrió un suplicio paralelo: el de las madres solas, agotadas y sin recursos. Eran mujeres que llegaban desde municipios lejanos o de otras ciudades y, mientras sus hijos enfrentaban procedimientos complejos, ellas pasaban el día entero con el estómago vacío, sosteniéndose solo con un tinto. No podían gastar en comida, pues "si acaso, tenían pasajes para regresarse" con sus hijos mareados y vomitando por el tratamiento.
Esa dolorosa realidad ajena, sumada a la propia, impulsó a Catalina a actuar. Primero, reunió recursos con su familia; luego, empezó a llevar a esas madres ropa y alimentos, llegando incluso a dejar su propia ropa en el hospital.








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