Capítulo 18: Una infancia entre el aroma del café y el pulso de la política.

hace 4 semanas 9

Capítulo 18: Una infancia entre el aroma del café y el pulso de la política.

Resumen: Memorias de Uramita: Alcaldes, café y lecciones de vida. Un relato sobre la política local y las experiencias rurales que forjaron una infancia en este municipio antioqueño

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Los alcaldes que recuerdo.

En Uramita, la política ha sido tan cotidiana como la misa dominical o el mercado en la plaza. Desde que se eligió el primer alcalde por voto popular, he sido testigo como ciudadano y como observador curioso de las dinámicas de poder que han marcado a nuestro municipio.

El primero fue mi primo Hunaldo Arango, un hombre del campo, liberal de raíz, que representaba al campesinado con orgullo y cercanía. Le siguió Jorge Enrique Nanclares, también liberal, un hombre más citadino, visionario, con experiencia de vida en Medellín. Después vino Melchor, también del partido liberal, quien se destacó por apoyar los proyectos agropecuarios tecnificados.

Luego llegó María Victoria Sanmartín, liberal, quien se recordaba por buscar la unificación de los grupos políticos y por su gusto por las fiestas. Lamentablemente, falleció en un trágico accidente cuando el carro en el que se movilizaba se volcó y fue a parar al río. Tras su fallecimiento se convocaron elecciones atípicas, y Jorge Enrique Nanclares volvió a la alcaldía.

Más adelante, llegó Gustavo, del partido liberal: un hombre metódico, racional, de decisiones mesuradas. Después de este periodo, comenzó una etapa marcada por la confrontación política entre dos figuras: Jesús Maria Rua (“Chucho”), del partido conservador, y Elpidia Monsalve, del partido liberal. Chucho ganó su primer mandato, el cual fue bien valorado y en el cual se destacó por su excelente administración y desarrollo muy buenas conexiones y gestiones tanto a nivel Departamental como Nacional, pero desafortunadamente sus siguientes periodos han sido los más cuestionados por el manejo de los recursos públicos.

Como la ley no permite reelección inmediata, cada vez que no podía postularse directamente, Chucho lanzaba un candidato de su confianza. Así fue como llegaron a la alcaldía, sucesivamente, Miguel (recordado por no haber dejado ninguna obra significativa) y luego Alfredo Colis, conocido como la esperanza fallida. Chucho regresó por tercera y cuarta vez, consolidando su poder político por más de veinte años. Hoy, el actual alcalde es Leo, y el tiempo dirá qué lugar ocupará en la historia política del municipio.

El zarzo, la espulpadora y el café.

En este capítulo también quiero hacer mención a una experiencia que me marcó desde muy pequeño: ir a coger café al campo. Recuerdo muy bien las jornadas en La Guinea, donde llenábamos canastos de café que luego nos pagaban a 200 pesos por unidad. Más allá del trabajo, lo que más recuerdo son las picaduras de esos pequeños mosquitos, que me dejaban la cara hinchada, con los ojos morados y la boca adolorida. Me despertaba por la mañana convertido en un monstruo tropical.

En la casa de don Rosendo Sánchez había un zarzo escondido bajo el techo. Era una estructura sobre rodachines que se usaba para secar el café después de espulparlo. Recuerdo que la espulpadora era manual. Cogíamos el café por canastos, lo llevábamos, lo espulpábamos y luego lo lavábamos en una quebradita. El grano se extendía en el zarzo y, por la noche, ese mismo zarzo se convertía en nuestra cama. Ahí extendíamos unas cobijas y dormíamos. Y amanecíamos… monstruosamente picados.

También tengo grabado en la memoria el miedo a las vacas agresivas. Varias veces me persiguieron en medio del monte, y en una ocasión, para salvarme, me lancé por un alambrado que me dejó una cicatriz en la pierna. Ese recuerdo, doloroso pero simbólico, aún me acompaña.

Reflexión final.

Mi infancia fue una combinación de política y campo, de conversaciones serias entre adultos y juegos temerarios entre árboles y cercas de púas. Aprendí de ambos mundos. Aprendí que gobernar un pueblo es tan complejo como secar bien el café. Que en la política, como en la recolección, hay que tener paciencia, constancia y resistencia a las picaduras. Y que toda historia deja cicatrices: unas en la piel, otras en la memoria… y muchas, en el corazón.

La política, el campo, las picaduras, los sustos con las vacas… todo eso hace parte de la misma historia. Una historia sencilla, pero profundamente mía. Y profundamente uramiteña.

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