Memorias de un cuerpo que arde es una anomalía del cine costarricense. No solo por su nominación al premio Goya a mejor película iberoamericana o por su exitoso recorrido por más de 40 festivales, sino por la forma en que ha calado en la audiencia. Cuando la segunda película de Antonella Sudasassi Furniss (San José, Costa Rica, 39 años) llegó a salas de cine de su país a mediados del año pasado, la gente hablaba de un filme que debía ser visto con abuelas y madres debido al tema que abordaba: la sexualidad de las mujeres mayores.