8 de marzo: de frases hueras a palabras dicientes

hace 1 mes 12

8 de marzo: de frases hueras a palabras dicientes

Resumen: El texto reflexiona sobre la valentía de las mujeres rurales en Colombia, especialmente las víctimas del conflicto armado, quienes, a pesar de la violencia y la pérdida de sus seres queridos, se mantuvieron firmes en sus comunidades. Estas mujeres, con sus palabras sencillas pero profundas, han sido fundamentales para la resistencia y la supervivencia del país.

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En estos primeros de marzo en que conmemoramos el Día de la Mujer se repiten tantas frases que ya parecen hechas y guardadas, siempre para desempolvarse en estas ocasiones.  En  el argot periodístico se llaman “lugares comunes”,  frases güeras que son fórmula genérica que se ajusta  para cada nueva fecha.  Por  ejemplo aquellas de que la mujer es vida, que es tenacidad; que es el ser más importante de la tierra… o aquella de que son el soporte de la sociedad o que son el alma de la familia o que sus luchas han sido las que nos han posibilitado estos días…o qué tal aquella de que no debería celebrarse el Día pues los 364 restantes   igual son de la mujer. O que… bla bla bla.

Y por supuesto se comparten máximas de mujeres –Google siempre da una manito- que en ciertos momentos y circunstancias han despertado inquietud porque evalúan tantos  vejámenes recibidos  a lo largo de los tiempos; o revalúan lo que ha sido su muy merecido papel en la construcción de las familias, de las sociedades y – perdón el lugar común-  de la vida misma.

Cuando pienso en estos asuntos, a mi mente llegan ecos  desde  ciertos lugares de nuestra geografía se hablan otros lenguajes, muchas veces, incluso, más cargados de silencios que de palabras.

Por ejemplo unas frases: Yo no voy a dejar mi tierrita ahora que me han matado a mi esposo porque entonces qué va a hacer de mis hijos;  otra: Cómo me voy a ir de la finquita si entonces se perderán los cultivos y yo cómo voy a sostener a estos muchachitos… Una más: Tengo que estar aquí en la vereda porque yo no quiero que seguir con los proyecticos del acueducto.

Esas voces, esos ecos, a lo mejor no tan elaborados, no tan profundos seguramente; no siguiendo normas sintácticas, no con tanto raciocinio, resuenan, desde  hace unos 30 años, se repetían (se repiten) en los campos de Colombia, y que a lo mejor, de saberse escuchar, terminan siendo más dicientes.

Muchas veces esas palabras comenzaban a desgajarse, recién la partida de sus hombres: llámese esposos, llámese hijos, cuando el conflicto armado colombiano arreciaba en su peor momento. Y quizá por ello tengan más valía. Era la valentía  de ellas triunfando sobre el miedo o la incertidumbre.

Cuando se piensa, pues,  en el Día de la Mujer,  a la mente seguramente llegan rostros, nombres, recuerdos de tantas madres, maestras, enfermeras, médicas, quedan vida o ayudan a que esta sea mejor; o  la de tantas mujeres que desde su activismo también han logrado propiciar grandes cambios como las justas reivindicaciones laborales y políticas que obviamente son merecedoras. Y así. Tantas ellas, tan merecedoras.

Este  país, sin embargo, está en mora de hacerle un reconocimiento a esas voces campesinas víctimas del conflicto armado; si bien tantas otras mujeres han padecido violencias,  las de nuestros campos, en medio del dolor, sintiendo aún el traqueteo de los fusiles, o caminar cerquita a los armados que las violentaban o les mataban a sus hombres tuvieron la  tenacidad para  quedarse, muchas veces solas,  en el campo.  Mujeres  valientes ellas que son las responsables de que este país en ese, uno de los momentos más aciagos de nuestro acontecer,  no se haya derrumbado por completo.

Las opiniones que aquí se publican son responsabilidad de su autor.

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