Una fórmula para rescatar el empleo y la inversión de la destrucción generada por Petro
Resumen: La meta debería ser clara y medible: reducir el desempleo al 6% en los próximos tres años, lo que implica crear alrededor de 734.000 nuevos empleos formales netos
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Colombia atraviesa un momento económico delicado: el desempleo ronda el 8,8% y la informalidad supera el 40% en las principales ciudades, llegando incluso al 56% a nivel nacional. Es decir, millones de compatriotas se ganan la vida en la precariedad, sin seguridad social, sin estabilidad ni futuro. A eso se suma un nivel de inversión insuficiente: la formación bruta de capital fijo está en apenas 16,5% del PIB, lejos del 22–25% que requieren los países que aspiran a crecer de manera sostenida. La inversión extranjera directa bordea los 17 mil millones de dólares anuales, pero se concentra en sectores extractivos, sin suficiente diversificación productiva. Con este panorama, es evidente que no hay cómo absorber la mano de obra creciente ni cómo modernizar el aparato productivo.
La meta debería ser clara y medible: reducir el desempleo al 6% en los próximos tres años, lo que implica crear alrededor de 734.000 nuevos empleos formales netos. Al mismo tiempo, elevar la inversión al 22% del PIB en cinco años, lo que demandaría movilizar cerca de 23 mil millones de dólares adicionales cada año, y atraer al menos 25 mil millones de dólares de inversión extranjera directa en sectores que generen cadenas de valor y empleo masivo.
¿Cómo lograrlo? La respuesta está en una fórmula integral de seis puntos que llamo la “Fórmula 6P”:
- Plan de inversión público-privada para infraestructura, energías limpias y clústeres industriales, con un potencial de 20.000–30.000 empleos por cada 1.000 millones de dólares invertidos.
- Incentivos graduales a la formalización, reduciendo cargas iniciales y ampliando el acceso a crédito productivo para las MIPYME.
- Reconversión técnica masiva, certificando medio millón de trabajadores en tres años en sectores de alta demanda como logística, construcción sostenible, energías renovables y TIC.
- Estabilidad tributaria pro-inversión, con contratos fiscales a diez años condicionados a empleo y encadenamientos productivos.
- Simplificación regulatoria, reduciendo en un 30–50% los tiempos de trámites y licencias, y bajando en un 10–20% los costos logísticos.
- Fondo de Coinversión regional, con 3–5 mil millones de dólares iniciales, apalancado con banca multilateral y privada, para expandir agroindustria, manufactura y energías limpias en regiones fuera del centro.
No se trata de inventar fórmulas mágicas: se trata de tomar decisiones pragmáticas y cuantificables. Con estas medidas, Colombia podría generar 250.000 a 300.000 empleos formales cada año y, en menos de tres años, alcanzar el objetivo de reducir el desempleo al 6%.
El riesgo, sin embargo, no es técnico: es político. La administración actual ha preferido un discurso de confrontación y desconfianza frente a los empresarios y los inversionistas. El Gobierno Petro insiste en la retórica ideológica de la transición energética, pero no ofrece un marco jurídico estable ni reglas de juego claras. Con ello, ha espantado capital, paralizado proyectos y generado incertidumbre.
El país necesita inversión, no sermones. Necesita empleo formal, no discursos incendiarios. Si el presidente Petro no corrige el rumbo, su legado no será el de la equidad, sino el de la desinversión, la informalidad y el desempleo. Colombia todavía puede reactivar su economía con una estrategia coherente, pero requiere liderazgo serio, técnico y alejado de la politiquería populista que hoy paraliza el futuro.
Y aquí está la verdad incómoda: Petro no gobierna para generar empleo, sino para multiplicar enemigos. Su narrativa de odio contra los empresarios, sus ataques a la inversión extranjera y su obsesión con culpabilizar al sector productivo solo han dejado un país más pobre, más dividido y menos atractivo para los capitales. Bajo su mandato, Colombia ha pasado de ser un destino confiable para los negocios a convertirse en un territorio minado de incertidumbre, donde lo único estable es la fuga de oportunidades.
La historia lo juzgará sin contemplaciones: Petro será recordado como el presidente que convirtió el empleo en un espejismo y la inversión en un enemigo, un mandatario que prefirió incendiar la confianza en lugar de construir futuro. Su legado no será la justicia social que pregona, sino un país estancado, castigado por la falta de crecimiento, marcado por la ruina y definido por la frustración de millones de colombianos que hoy ven sus esperanzas atrapadas en la demagogia y el fracaso.
Insisto: Petro pasará a la historia como el sepulturero de la inversión y el verdugo del empleo en Colombia.
@JuanDaEscobarC
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