Trueque y Literatura

hace 12 horas 5

Trueque y Literatura

Resumen: ¿Funciona el intercambio de libros? Un análisis escéptico de las "Metrotecas" y la búsqueda de equivalencia literaria.

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Hace ya casi 15 años, en una tarde de septiembre cuando comenzaba a recogerse el sol, asistí a una reunión informal con el fallecido William Fadul, el reconocido presidente de Fasecolda, quien ostentaba un alma de literato que no se esforzaba en disimular. En dicho encuentro conversamos sobre crear una app con el propósito de que la gente tuviera una plataforma rápida y sencilla para intercambiar libros con otros usuarios. Finalmente, y en gran parte por culpa mía, la iniciativa quedó en otra empresa de servilleta, pues soy un escéptico que simplemente no cree en las sinergias entre el trueque y la literatura.

El año pasado el Metro de Madrid decidió apostar por un modelo similar y creó las “Metrotecas”, canecas metálicas de basura reconvertidas en estanterías que adornan los andenes de sus estaciones y que bajo el lema “deja uno, llévate otro” invitan a los pasajeros a sumarse a una permuta urbana de papel entre el frenetismo de sus transbordos. Tras seguir con interés casi académico este experimento debo concluir que, lamentablemente, mis premisas siguen demostrándose ciertas, ya que rara vez estos espacios tienen algún título disponible, lo que demuestra que, más que el esperado quid pro quo, lo que realmente sucede en las horas pico es una posesión unilateral estilo res derelictae del Código Civil, sin la ofrenda respectiva que exige de vuelta aquel pacto tácito con la ciudad.

Aunque existen fantásticas excepciones, cuales cisnes negros, que te desbaratan la estadística derrotista, como las “Bibliotecas Populares” que llevan un siglo sobreviviendo en el parque El Retiro o el “Cambalache Literario” de El Espectador que a fuerza de aguante se ha convertido en tradición cada Feria del Libro, creo que son dos los principales desafíos a los que se enfrenta el intercambio de libros: la oportunidad y la equivalencia. Si ambos no están debidamente alineados, una gran idea, tanto cultural como ecológicamente hablando, está condenada al fracaso irremediable.

La oportunidad juega en doble sentido, pues no sólo implica llevar contigo el libro que vas a dejar (cosa en la que, por lo visto, fallan la mayoría de usuarios de las “Metrotecas” y de ahí que siempre estén vacías), sino también encontrar uno que te llame suficientemente la atención. Algo nada fácil, pues, dada la vastedad de la industria editorial y pese al dominio de la novela, cada aproximación es una tirada de ruleta, impredecible como la caja de bombones de Forrest Gump. Un ejercicio de serendipia que requiere el favor de los dioses literarios.

La equivalencia con toda seguridad sea una tonta teoría capitalista mía, pues parto de la asunción de que el desprendimiento material de cualquier libro crea en el participante la expectativa legítima de recibir a cambio algo de valor proporcional, ya no económico, sino narrativo. Un Faulkner con certeza pesa igual que un Nabokov, un García Márquez, sin duda, es un juego de suma cero con un Vargas Llosa y así sucesivamente, pero estas son correlaciones que no siempre acaecen y es allí donde todo se frustra. Tal vez necesito menos cálculo y más entropía.

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Redacción Minuto30

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