Tamiz de dos niveles

hace 3 semanas 11

Tamiz de dos niveles

Resumen: Cixin Liu y la espectacular "El Problema de los Tres Cuerpos": Una lección de física celeste en la literatura. La ambiciosa obra que combina ciencia, filosofía y un futuro incierto.

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La construcción de universos es tal vez de los recursos más complejos de dominar a la hora de sentarse a escribir literatura. Cualquiera puede contar una historia lineal que vaya del punto A al punto B, pero conseguir que alrededor de ésta gravite una macroestructura de reglas internas claramente definidas que se respeten entre sí y se mantengan cohesionadas junto con el relato es lo que distingue a los grandes narradores de los meros cuenteros. Y si una porción de dichas reglas no es otra que las mismísimas leyes de la física de Newton, la dificultad aumenta considerablemente y eso es lo que hace que la trilogía de “El Problema de los Tres Cuerpos” sea simplemente espectacular.

Famosa desde hace una década tras haberse alzado con el prestigioso, aunque subestimado, premio Hugo y mucho antes de que el gran mercado de masas la descubriera gracias a Netflix, la obra totémica de Cixin Liu es posiblemente el trabajo más ambicioso de ciencia ficción de nuestros tiempos. Los tres volúmenes que la componen y que se leen de un solo tirón, empezando, cómo no, con “El Problema de los Tres Cuerpos”, siguiendo con “El Bosque Oscuro” (mi favorito personal) y terminando con “El Fin de la Muerte”, son un clásico moderno al nivel de las creaciones de otros titanes del género como N. K. Jemisin o Ted Chiang.

Esta aventura, que arranca con la muerte de varios científicos que enloquecen tras empezar a ver cuentas regresivas por doquier y que termina con un viaje cósmico de siglos a millones de años luz de la Tierra, es un enrevesado rompecabezas espacio-temporal donde los personajes con nombres chinos vienen y van, las tramas se enredan dos y tres veces sobre sí mismas y el futuro de la civilización humana está en juego en cada página. Sin importar la magnitud de la carga imaginativa del arco narrativo en el que Cixin Liu nos introduzca, bien sea interactuando con un objeto tetradimensional o fijando las bases doctrinales de la sociología planetaria, la constante siempre será el respeto impertérrito a los principios fundamentales de la física, y eso se agradece.

Pasar la historia por este tamiz de dos niveles, el primero, las reglas inventadas por el propio autor y, el segundo, las dadas por la naturaleza, nos entrega un texto finísimo al que se le nota el esmero de su escritor por todas partes y que no desentona como las demás historias de extraterrestres del montón. Una auténtica lección de física celeste de minuciosa elaboración donde postulados científicos reales y varias corrientes filosóficas, así como escuelas de pensamiento político, pasan la prueba ácida del fin del mundo mientras se cuecen a fuego lento en un imprevisible relato en el que los finales felices nunca están asegurados y la sensación de insignificancia ante la inmensidad del universo te aplasta como tratándose de la mayor de las gravedades.

Justo cuando la ciencia ficción pasa por una de sus crisis más profundas, la sofisticación literaria de Cixin Liu aparece, por suerte, en el momento correcto para hacernos creer de nuevo.

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Redacción Minuto30

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