País de matones y cuerdas rotas

hace 2 meses 16

País de matones y cuerdas rotas

Resumen: La metáfora de la cuerda es dolorosamente precisa. Dos bandos, cada uno estirando con todas sus fuerzas para su lado, debilitando al adversario. En el medio, estamos la gran mayoría, los ciudadanos del común

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Colombia, un país enfermo de rencor. Esta frase, cruda y dolorosa, resuena con una verdad que nos cuesta admitir. Vivimos inmersos en un paisaje de rencillas ancestrales, de odios heredados que se manifiestan en cada esquina, en cada conversación, en cada familia y en cada grupo de amigos. La incapacidad para entender al otro no es un simple defecto, es una enfermedad crónica que carcome el tejido social. Nos hemos acostumbrado a vernos como adversarios, no como seres humanos. ¿Cuándo perdimos la capacidad de escucharnos sin que la rabia nos nuble el juicio?

En este teatro de la absurda polarización, se alzan los “guerreros”, esos personajes imponentes, fuertes y duros que se construyen a sí mismos a costa de los demás. Se autoproclaman líderes y salvadores, pero en el fondo, son “matones” que necesitan anular al diferente para afirmar su poder. Se ganan su lugar a golpes, a gritos, con la fuerza bruta que ha predominado históricamente en nuestra nación por encima de la inteligencia, la diplomacia o el diálogo. Estos personajes, sean políticos, influencers o incluso vecinos, son el reflejo de una sociedad que valora más la imposición que la construcción.

La metáfora de la cuerda es dolorosamente precisa. Dos bandos, cada uno estirando con todas sus fuerzas para su lado, debilitando al adversario. En el medio, estamos la gran mayoría, los ciudadanos del común. Nos han estirado hasta rompernos. Nos han fracturado el espíritu, la confianza, la esperanza. Los “guerreros” de uno y otro lado no se dan cuenta de que, en su afán por ganar la batalla, han roto a la sociedad civil, a aquellos que no quieren estar en un cuadrilátero, que solo desean vivir su vida en paz, sin estar constantemente en guardia.

Y es que, en el fondo, somos una sociedad profundamente clasista. Nos encanta clasificar y estratificar al otro, como si tuviéramos el poder de fragmentar a todo aquel que no se parece a nosotros. Nos han educado para leer y comprender nuestra propia posición, pero nos han fallado en enseñarnos a leer al opositor, a entender su perspectiva. Nos hemos encarcelado en nuestras propias burbujas de creencias, prejuicios y premisas, sin la capacidad de entender el pensamiento universal y, sobre todo, de sentir empatía por los demás, incluso si no son de “nuestro bando”.

La tecnología, lejos de liberarnos, ha acentuado esta regresión. Estamos informados solo por lo que piensa “nuestro bando” y los demás, los que no piensan como nosotros, simplemente no existen. Es un pensamiento primitivo, una suerte de caverna digital donde solo vemos nuestras propias sombras. Nos hemos convertido en una sociedad sin autocrítica, buscando siempre los errores y los culpables afuera, sin atrevernos a mirar la oscuridad que llevamos dentro, a reconocer que también hemos participado en el juego del «matón».

¿Quién son los buenos? ¿La derecha, la izquierda, el centro? Es una pregunta que ya no tiene sentido. Ninguno de los bandos puede reclamar la bandera de la bondad, pues en su historia, usted y yo sabemos que hemos estado en algún bando, tratando de eliminar al otro, al diferente, al que no piensa igual. Hemos sido cómplices de la violencia, el desprecio y la anulación del otro.

Este país no necesita más “guerreros” ni “matones”. Necesita artistas que pinten nuevos horizontes, pacifistas que construyan puentes, arquitectos que diseñen espacios de encuentro, médicos que sanen las heridas sociales. Necesita ingenieros que construyan ideas y deportistas que nos enseñen a competir limpiamente. Necesitamos dejar de vernos como enemigos y empezar a vernos como un todo, un colectivo. La pregunta, entonces, no es quién ganará la batalla, sino ¿estamos dispuestos a dejar de romper la cuerda y a empezar a construir juntos, a pesar de las diferencias? ¿Estamos listos para dejar de ser matones y empezar a ser ciudadanos?

Las opiniones que aquí se publican son responsabilidad de su autor.

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