No te enamores en verano

hace 6 horas 2

Llegaban tambaleándose al final de las escaleras del tercer piso de la calle de Consejo de Ciento. Infidelidades, hartazgos, machistas, violentos, mujeres agotadas. Las vidas resquebrajadas. Pero ella casi nunca contaba nada al volver a casa. Entraba por la puerta y era solo un qué tal el día, bien, en el juzgado. Ya sabéis. Nosotros esperábamos algún detalle, un pedazo de historia para entender el mundo en el que vivía de diez a siete, dependiendo del día y de los casos en la sala de espera. Y cuando quedaba claro que no soltaría prenda, mi padre arqueaba las cejas y yo me conformaba con imaginar qué habría detrás de los regalos que seguían llegando cada Navidad. Los bombones de la señora Parera, las flores de la farmacéutica o las botellas de cava de la portera.

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