
“Editar es una enfermedad absolutamente incurable”, decía Daniel Divinsky. “La edición”, decía también, “es una adicción y ahí voy a seguir hasta el día de mi muerte”. Ese día llegó este viernes, cuando el editor argentino ya había alcanzado los 83 años y había dejado una huella profunda en la historia cultural del país, una impronta desarrollada durante casi seis décadas a fuerza de trabajo y talento, de ojo lector y comercial, sobre todo desde Ediciones de la Flor, la empresa independiente donde lanzó al mundo a Mafalda, la creación de Quino, y donde también publicó a muchos otros autores como Rodolfo Walsh o Roberto Fontanarrosa.