América Latina sabe de migración. Desde el arribo de italianos y alemanes al Cono Sur tras la Primera Guerra Mundial, el de víctimas de la persecución nazi a Argentina y Brasil, o de exiliados de la Guerra Civil española a México y Chile, los latinoamericanos hemos sabido abrir los brazos y encontrar en quienes llegan lo que tenemos en común, aquello que nos une. No solamente eso; también hemos sabido reconocer los talentos y saberes que las migraciones traen consigo, y convertirlos en parte de nuestra cotidianeidad y prosperidad: los apoyos para el emprendimiento a pequeños y grandes comerciantes recién llegados, la incorporación de intelectuales extranjeros a la academia y la vida cultural nacional, y la fusión culinaria, por mencionar algunos ejemplos, han sido prueba de ello.