Para adentrarse hacia el ecosistema del Gran Chaco, hay que evitar las lluvias: muchos de sus caminos y rutas son de tierra árida y fácilmente se corre el riesgo de empantanarse. En este bosque seco subtropical de 49 millones de hectáreas, ubicado al noroeste de la Argentina, las señales para comunicarse o guiarse por GPS son casi inexistentes. Silvia Godoy, una apicultora de la comunidad originaria qom, da indicaciones a la vieja usanza para llegar donde vive: “Doblas hacia la izquierda, a medio camino de tierra hay un cartel blanco, y más adelante está mi casa”. Esta mujer, de cabello largo y tez morena, no usa su traje protector. Dice que las abejas nunca le dejan su aguijón: “No es que te pican, ellas defienden su hogar”.