México se hace a un lado y Petro se queda solo esperando las actas para rechazar la dictadura de Maduro

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Durante su reciente visita a México para asistir a la toma de posesión de la nueva presidenta Claudia Sheinbaum, al presidente colombiano Gustavo Petro se le anunció que el país azteca mantendrá una postura de no intervención en la situación venezolana.

“México mantendrá su postura de no intervención en ningún asunto; lo veo más en la posición de apartarse de la discusión”, afirmó Petro, dejando clara la distancia que se pretende establecer respecto a los esfuerzos por encontrar una solución a la crisis en Venezuela.

Este anuncio llega en un momento crucial, ya que las expectativas estaban centradas en la nueva presidenta Sheinbaum, quien asumió el cargo con una agenda que incluye el fortalecimiento de la diplomacia mexicana en la región.

Anteriormente, el expresidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) había tomado una posición similar al desmarcarse de las negociaciones entre Petro y el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva.

Colombia y Brasil, que han estado trabajando en un plan para abordar la situación en Venezuela, consideran que no reconocerán a Nicolás Maduro como presidente hasta que se esclarezcan las actas de votación de las elecciones.

La decisión de México de no participar en este proceso podría tener repercusiones en los esfuerzos diplomáticos para una salida pacífica a la crisis.

En las próximas horas, Gustavo Petro se reunirá con Lula para discutir la reciente postura de México y evaluar cómo cada país ha avanzado en su búsqueda de soluciones.

Desde Colombia, se ha reiterado a Venezuela la disposición de acompañar posibles diálogos entre el régimen chavista y la oposición, aunque ahora con una menor participación de México.

Por otro lado, en su intervención, Petro también abordó la inminente elección del nuevo procurador por parte del Senado colombiano, prevista para el 2 de octubre.

El mandatario expresó su deseo de que el nuevo procurador sea independiente y no se convierta en un instrumento de persecución política. “Espero una Procuraduría que no sea enemiga política del Gobierno; no está para convertirse en policías políticas como ha sucedido en años anteriores”, afirmó, subrayando la importancia de un ente fiscalizador imparcial.

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