“Pánico en los mercados mundiales”. “Jueves negro en las bolsas”. “China responde a la escalada”. “La Unión Europea advierte de que defenderá sus intereses”. “El presidente de la Reserva Federal da la voz de alarma”. Los titulares reflejan la vorágine: Donald Trump ha declarado una guerra comercial y de un manotazo ha cambiado el tablero de juego. El caos se ha apoderado de un mercado tan interconectado que parece imposible averiguar por dónde van a llegar los próximos golpes, incluso para Estados Unidos. En esa tormenta, aún de consecuencias imprevisibles, hay un país tratando de buscar el viento a favor. El día después de los anuncios arancelarios, la presidenta Claudia Sheinbaum daba su conferencia mañanera y celebraba una victoria parcial: “No hay aranceles adicionales para México y eso es bueno para el país”. El mensaje contrastaba con el de otros líderes; de puertas para fuera, en México todavía había motivos para el optimismo.