Medellín Medusa II

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Medellín Medusa II

Resumen: Medellín, con sus dos caras, sigue atrayendo, seduciendo y, en ocasiones, devorando a quienes se atreven a mirarla fijamente a los ojos

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En mi columna anterior, expuse cómo la ciudad de Medellín, con su innegable magia y encanto, se ha convertido en un imán para turistas de todas las nacionalidades y con todo tipo de intenciones, desde las más inocentes hasta las más perversas. La Medusa que es Medellín seduce a aquellos que buscan diversión, vacaciones, o incluso los deseos más turbios: encuentros sexuales, excesos con drogas y alcohol, rumba desenfrenada y actividades delictivas. Pero esta seducción no se limita a los extraños; atrapa también a los propios, creando una red de deseo, necesidad y violencia.

El espejismo de la Medusa es especialmente potente para los extranjeros. Atrapados por una sede de vivir lo que en sus países no les permiten, llegan a la ciudad dispuestos a desbordar todos sus placeres. Sin embargo, no llegan solos; encuentran un terreno fértil en una realidad social marcada por la desesperación. Es aquí donde el deseo de unos se encuentra con la cruda necesidad de los demás.

En las entrañas de los barrios populares de la ciudad, se repite una dolorosa realidad. Familias disfuncionales y con profundas carencias, no solo económicas, sino también afectivas, empujan a sus hijas a un mundo de servicio sexual. Una frase popular que se escucha en muchos hogares: “traigan plata, sea buena, sea mala, pero traigan”. Madres y padres que, por la pobreza, llegan a alquilar a sus propias hijas o a vender su virginidad al mejor postor.

A este panorama se suma una dinámica aún más oscura: las bandas criminales, que controlan los territorios, se apoderan de las adolescentes más hermosas y también trafican con su virginidad, vendiéndola a extranjeros. En Medellín, ha germinado un imaginario popular que justifica salir de la pobreza a toda costa, incluso si eso significa pisotear la dignidad humana. En este siniestro escenario, la energía del deseo de hombres desesperados por jóvenes dispuestas a hacer lo que sea por dinero, hace un macabro match.

La ciudad también es un paraíso para aquellos que buscan evadirse a través de las drogas. Es sorprendentemente fácil encontrar cualquier tipo de sustancia psicoactiva en lugares que son incluso conocidos por las autoridades. Esta red de producción y distribución involucra a todos, desde menores de edad hasta adultos mayores. Algunos turistas que llegan buscando un escape temporal terminan perdidos, viviendo en las calles de la ciudad, consumidos por la adicción al basuco, la heroína y otras sustancias. La Personería y la Secretaría de Inclusión Social de Medellín tienen informes de extranjeros que han caído en esta espiral.

Las aplicaciones digitales de citas, diseñadas para conectar a personas, han sido pervertidas para convertirse en una trampa mortal. Mujeres seductoras las usan como carnada para atraer a extranjeros, drogarlos, robarles sus pertenencias y, en los casos más extremos, quitarles la vida. Estas son las nuevas modalidades delictivas que, aprovechándose del deseo y la confianza, tejen un manto de peligro sobre la ciudad.

El poder corruptor de Medellín incluso ha intentado atraer a organizaciones criminales extranjeras. Aunque han fallado en su intento de establecerse y combatir con las bandas locales, las autoridades han logrado capturar a integrantes del Tren de Aragua que se dedicaban a fabricar Tusi en apartamentos de estancia corta, demostrando que la ciudad se ha convertido en un atractivo para la criminalidad internacional.

En definitiva, Medellín es una Medusa para muchos. No solo para los que la visitan por su calidez, su gastronomía, sus paisajes y su gente, sino para aquellos que, con intenciones perversas, la ven como un lugar para desatar sus más oscuros deseos. Pedófilos, depravados sexuales, adictos y aquellos que buscan la fiesta descontrolada se encuentran en esta ciudad un reflejo de sus propias perversiones. Medellín, con sus dos caras, sigue atrayendo, seduciendo y, en ocasiones, devorando a quienes se atreven a mirarla fijamente a los ojos.

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