Los ecosistemas de alta montaña desempeñan un papel crucial en la estabilidad ambiental y en el suministro de agua, pero enfrentan transformaciones. En América Latina, los glaciares andinos perdieron más del 35% de su superficie entre 1990 y 2020. Ese retroceso incrementa la vulnerabilidad ante eventos de alto poder destructivo, como desbordes de lagunas glaciares (GLOF, por sus siglas en inglés), avalanchas y deslizamientos.