Léider Berrío y Francisco Chaverra guiaron el triunfo santo del DIM ante Once Caldas. Vea los goles

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Ni la solemnidad de la Semana Santa pudo apagar el fervor que enciende al Independiente Medellín cuando juega en su casa. A pesar de los días de recogimiento, las tribunas del Atanasio Girardot se tiñeron de rojo pasión: 28.456 corazones latieron al ritmo de un equipo que sabe a dónde quiere llegar y que, con fútbol sólido y contundente, sigue alimentando su invicto como local. Esta vez la víctima fue el Once Caldas, que nada pudo hacer frente a la marea poderosa que se impuso 2-0 en una noche que tuvo todo, menos silencio.

Desde el pitazo inicial, el DIM mostró su apetito voraz por la victoria. Apenas habían transcurrido segundos cuando Francisco Fydriszewski tuvo en sus pies el primer grito sagrado, pero el destino, caprichoso, le negó el gol. Enfrente, el Once Caldas tampoco tardó en responder y, cuando el marcador aún no se había movido, el uruguayo Washington Aguerre, con reflejos felinos, sostuvo el cero en su arco en la que sería una de las pocas concesiones de la noche para el equipo de Manizales.

El Medellín, que parece haber encontrado un equilibrio casi poético entre defensa, medio y ataque, construyó la victoria con autoridad. Daniel Londoño en la retaguardia fue mucho más que un defensor: fue la brújula silenciosa que guió cada salida limpia desde el fondo. En la mitad del campo, Léider Berrío se adueñó del libreto cuando apenas entraba en calor. Había reemplazado a Baldomero Perlaza, quien tuvo que abandonar la cancha por lesión, y el joven mediocampista no tardó en demostrar que estaba destinado a escribir su nombre en esa noche.

Minuto 26. Un destello. Berrío, sin titubeos, tomó la pelota fuera del área, trazó una diagonal como si estuviera dibujando el gol en su mente y, con un remate impecable, la mandó al fondo del arco, lejos de los guantes del portero Aguirre. El estadio explotó. El poderoso se adelantaba en el marcador, y el rugido de la hinchada fue el eco de un equipo que juega con el alma.

Y como el fútbol a veces no da tregua ni espacio para el lamento rival, dos minutos después el Atanasio volvió a estremecerse. Francisco Chaverra, el goleador que cada vez que pisa el área huele a peligro, firmó su cuarto gol de la temporada y puso el 2-0 en el luminoso. Un marcador que pudo ser más amplio si no fuera por la noche inspirada de James Aguirre, guardameta del Once Caldas, que se convirtió en el verdugo de las ilusiones de Fydriszewski, quien incluso tuvo un disparo que besó el palo.

El primer tiempo fue un monólogo rojo, un festín que solo la puntería impidió que fuera escandaloso. El Once Caldas, consciente del asedio, movió sus fichas en el complemento y retiró a Dayro Moreno, su máximo referente ofensivo, bien neutralizado por la zaga poderosa. Pero ya la suerte estaba echada. El DIM, aunque le bajó revoluciones, supo manejar los tiempos y cerró el partido con la madurez de un equipo que sabe que el campeonato no se juega solo en noventa minutos, sino en cada detalle, en cada esfuerzo colectivo.

Con esta victoria, Medellín no solo mantuvo su fortaleza en casa, sino que dio un paso más hacia la clasificación anticipada a los cuadrangulares. Ya suma 27 puntos, aún con un partido menos, ese que le debe al calendario frente al Tolima. Una victoria más —posiblemente la próxima fecha frente a Fortaleza en Bogotá— bastará para sellar el primer objetivo: meterse en la fiesta final.

El Atanasio se vació lentamente al final del encuentro, pero las voces de aliento quedaron flotando en el aire, esas mismas que el próximo domingo, en la víspera de un clásico que se antoja vibrante ante Nacional, volverán a hacerse sentir, esta vez en Bogotá. Porque este Medellín, sólido y sereno, le ha devuelto a su gente la fe, y en Semana Santa, esa es quizás la victoria más importante de todas.

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