
Deiro González ha visto morir a cuatro hombres en la misma habitación durante los últimos veinte años. Los cuerpos han expirado por dolores crónicos o fallecimientos súbitos sin despedidas ni dolientes en la cama paralela a la que duerme. “El último fue el señor Salgar. Fue una muerte natural”, recuerda el hombre de 74 años observando el lecho de los difuntos. No tiene claras las fechas exactas de los decesos, pero si la sensación de abandono que se desprende de ellos. “Los recoge la Policía y no pasa nada más”, comenta. Los muertos de la cama de al lado han sido solo algunos de las decenas de extraños con las que González ha compartido habitación por dos décadas.




