En enero de 1995 iniciaba sesiones la Suprema Corte de México que surgió de la reforma judicial impulsada por el entonces presidente, Ernesto Zedillo. Fue un cambio radical. Los 26 ministros que integraban el pleno fueron removidos de un plumazo y reemplazados por 11 togados validados por el Senado. Según la versión oficial, Zedillo buscaba dar una sacudida a un tribunal que durante años estuvo sometido a la voluntad presidencial. Tras bambalinas, el mandatario tuvo el control en la designación de los nuevos ministros, según las crónicas de la época. Así que, en cierto modo, todo cambió para quedar igual. Pero las formas importaban mucho. Para sostener su punto de cara al público, Zedillo no acudió a la ceremonia de instalación del pleno de aquella Corte, con la idea era remarcar la distancia, la autonomía de los poderes de la Unión.
