Ante la desaceleración de la economía mundial y el crecimiento de las deudas, existe para muchos gobiernos de países en desarrollo la tentación de reducir los programas de lucha contra la pobreza. Pero sería un grave error. Combatirla no es sólo un imperativo moral, es también un requisito esencial para la estabilidad económica, la prevención de conflictos y el desarrollo a largo plazo.